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Ciento dos

Amacus gruñe y me agarra del brazo, sacándome de la habitación.

—¡No puedes estar en esa habitación! ¿Y dónde están esos idiotas? —insiste. Yo solo lo ignoro y me doy la vuelta, pero él me empuja contra la pared, mi frente se presiona contra ella y siento su aliento cosquilleando mi piel, haciéndome...