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Baños de sangre

ALINA

Dante y yo descendimos las escaleras del jet, el viento golpeando mi cabello contra mi rostro.

Habíamos estado en el aire por más de diez horas, lejos de las garras melancólicas de aquellos que buscaban nuestras vidas.

Para cuando aterrizamos, ya eran las siete de la mañana.

No podía sentir...