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Vetta miró con furia a la criada que le subía los calcetines por la pierna. —¿¡Es así como se supone que debe estar ese calcetín!? —gritó enfadada.

Los ojos de Uyah se abrieron de par en par por el miedo. —¡L-lo siento mucho, señora...! —Sacó los calcetines y comenzó de nuevo.

—Idiota inútil. No p...