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Tuya

Continuó con su ritmo implacable en mi sensible coño a pesar de mis intentos de alejarme de su lengua.

Unos ojos de obsidiana pecaminosa me miraban mientras murmuraba:

—Todavía no he terminado contigo.

Ethan continuó lamiéndome, mis gemidos cayendo en oídos sordos. Su lengua se deslizaba lenta...