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Érase una vez

Adea

Estando tan cerca de él, pude distinguir el metal que sobresalía a través de su camisa. Levanté la mirada hacia sus ojos y él me sonrió con suficiencia. Mis mejillas se sonrojaron; me había atrapado mirando. Me estremecí cuando extendió la mano hacia mí. Si lo notó, fingió no darse cuenta y tra...