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Felicidad

Adea

Después del brindis, miré alrededor de las mesas cercanas. El sol cálido, la brisa suave, las caras sonrientes. Todo era perfecto o tan perfecto como podía ser con las personas que nos faltaban. Tragué y aparté esos pensamientos. Hoy no era el día para llorar.

—¡Siempre te he visto como una r...