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CAPÍTULO CUARENTA Y TRES

Sentí que alguien acariciaba el lado de mi rostro. El toque era suave y me agradaba. Froté mi cara contra la mano y suspiré de satisfacción.

—Mani, despierta. Hemos llegado —dijo una voz. Pero no me molesté en intentar despertarme. Escuché a alguien suspirar y sentí que me levantaban. La persona qu...