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CAPÍTULO CUARENTA

—Lo sé —dije apretando la mandíbula. Mis manos aún rodeaban su pene, recorriéndolo de arriba abajo, maravillándome con la suavidad aterciopelada de su piel y el contraste con la dureza de acero de su eje bajo esa piel suave. Pero un poco de dolor puede ser agradable.

Él rió suavemente.

—Bueno. Har...