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CAPÍTULO CIENTO CINCUENTA Y UNO

Las manos de Sin rodearon mi cintura, y yo posé mis labios sobre los suyos. Guié su mano debajo de la larga camiseta que llevaba puesta, apretando mi trasero, y solté un grito ahogado.

Nuestras lenguas lucharon por el dominio hasta que él finalmente ganó. Sus manos continuaron subiendo dentro de mi ...