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CAPÍTULO CIENTO CUARENTA Y NUEVE

La puerta del sótano se abrió y me alejé con disgusto y enojo en el rostro. —¿Empezamos? —dije, tomando asiento mientras observaba a Zoey retorcerse en la cuerda atada a su muñeca, que estaba levantada por encima de su cabeza y colgando sobre la celda.

—¿Cómo se siente probar tu propia medicina? ¿T...