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CAPÍTULO CIENTO VEINTISIETE

Escuché el sonido de la puerta abriéndose, pero no me molesté en ver quién era hasta que un olor familiar a colonia llegó a mis sentidos. Me levanté rápidamente de la cama, y allí estaba él, de pie junto a la puerta, con los ojos entrecerrados. Sus ojos depredadores, mirándome, me observaban.

Me le...