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CAPÍTULO CIENTO VEINTE

Eran las 9 de la mañana y yo salía de la ducha con una toalla envuelta alrededor de mi cuerpo. Sin estaba acostado en la cama con su teléfono en la mano, ni siquiera se molestó en mirarme mientras tecleaba en su dispositivo.

—Vaya, me siento tan invencible. Supongo que no soy lo suficientemente cau...