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Capítulo trescientos setenta y siete

Cuando todo está dicho y hecho, siento ganas de vomitar, pero una mirada de advertencia de Maeve me dice que no lo haga. Aparte de las náuseas y el repentino dolor de cabeza palpitante, no siento nada diferente.

Maeve me mira desde el otro lado de la mesa mientras me froto la sien en círculos calma...