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Capítulo trescientos cincuenta y cinco

KENDALL

El teléfono de Timmons en la mesa de café empieza a sonar y mi pecho se llena de decepción, pero en lugar de contestarlo, simplemente lo apaga y lo lanza al suelo junto al sofá antes de volver su atención hacia mí.

Sus ojos parecen guijarros de vidrio, dibujados con remolinos de canela...