




7. Kaya
Kaya
La enfermera me miró directamente. —¿Dónde te duele más? —Señalé mis costillas. En verdad, estaban en llamas. Cada vez que respiraba, sentÃa como si me golpearan de nuevo. SabÃa que me habÃa fracturado varias. Annalise ciertamente sabÃa lanzar un buen golpe, pero yo podÃa hacer algo mejor. PodÃa soportarlo. Eso me daba la ventaja.
HabÃa ganado la pelea. Ella lo pensarÃa dos veces antes de poner sus sucias manos sobre mi compañero. Vaya, era posesiva. La idea de lo posesiva que era me hizo reÃr. Pero luego me estremecà por el dolor que eso causó. —¿Puedes mostrarme tus costillas?
AsentÃ. Me levanté de la cama y estaba a punto de quitarme el vestido cuando me di cuenta de que tanto mi hermano como mi compañero estaban allà mirándome. Ya me habÃa transformado frente a mi hermano antes, asà que no era nuevo para él cómo me veÃa, pero aún asà no querÃa que me mirara.
A diferencia de cuando nos transformábamos en casa, nadie consideraba cómo se veÃa alguien. Era solo parte de la naturaleza. Pero aquà en esta habitación, cuando solo éramos los cuatro, parecÃa demasiado como si estuviera en exhibición. Sin mencionar que no querÃa que esta fuera la primera vez que Cade me viera sin camisa. Asà que, si levantaba mi vestido, todo estarÃa a la vista. Me comuniqué mentalmente con mi hermano.
—¿Puedes preguntar si tiene una manta para cubrirme? —Él preguntó, y ella hizo algo aún mejor y sacó una especie de bata. Los hombres salieron para que pudiera acomodarme. Me quité el vestido y me puse la bata. TodavÃa llevaba los pantalones que iban debajo del vestido, asà que no tenÃa que preocuparme por cubrir esa área. —Está bien, pueden volver a entrar.
Cade y Quill volvieron y se sentaron en las dos sillas. —Necesito que me muestres tus costillas ahora. —Levanté la bata y miré mi abdomen liso y bronceado. Estaba cubierto de un profundo morado a lo largo de los costados. Los ojos de la mujer se abrieron de par en par al ver mi estómago. —Te haremos una radiografÃa lo antes posible.
Luego salió de la habitación, dejándonos solo a los tres. Miré a mi hermano y comencé a hablarle a través de nuestro enlace. —RadiografÃas, ¿eh? —Parece que sÃ. —¿Cómo crees que es? —No lo sé. —Pregunta a Cade. —¿Qué? —Vamos, por favor. Apuesto a que él lo sabrá.
Quill se volvió hacia Cade. Después de un momento, Cade me miró. Me concentré en su boca. Oh, su boca; pensé en cómo no hace mucho tiempo estaban en la mÃa. QuerÃa tenerlas en la mÃa de nuevo. Si me estuviera besando, apuesto a que no estarÃa en tanto dolor. Espera un segundo, pensé para mà misma. Los compañeros tienden a hacer las cosas menos dolorosas. DeberÃa haberlo reconocido antes. Cuando él me estaba cuidando, no estaba en la mitad del dolor que estaba experimentando. Se lo dije a Quill.
—¿Puedes pedirle a Cade que se acerque a la cama? Quiero tocarlo. —SÃ, te harÃa sentir mejor. Lo siguiente que hizo Cade fue acercar su silla a la cama y agarrar mi mano. Tan pronto como nos tocamos, sentà un alivio instantáneo. TodavÃa estaba en dolor, pero era mucho más leve.
—Quill, ¿qué dijo sobre la radiografÃa? —Ya te lo dijo, ¿no viste su boca o algo? —No, me desconecté; ¿qué dijo? —Dijo que es una máquina que no te hará daño; solo toma fotos de tus huesos.
—Sé lo que hace. Solo querÃa saber si dolÃa. —Bueno, dijo que no duele. ConocÃa algunas de las prácticas médicas aquÃ, pero aún no habÃamos usado tales cosas en el norte. Un sanador, no un médico, te atenderÃa cuando estuvieras herido. Ellos arreglarÃan huesos, harÃan ungüentos, ese tipo de cosas.
Cuando me caà en el hielo y mis oÃdos se dañaron, usaron tatuajes para aliviar el dolor. Funcionó, y estaba mucho mejor por ello. Pero aquÃ, todo era tan estéril. Era un lugar en el que no querÃa estar.
Esperamos lo que pareció mucho tiempo, y luego la enfermera regresó, y tenÃa una silla de ruedas con ella. —Solo te llevaré a la radiografÃa. —Quill, dile que voy a caminar. —No, serÃa mejor si te llevara en la silla de ruedas. —Quill, no voy a estar en esa silla de ruedas.
—Está bien, si quieres caminar, adelante. —Me levanté y la seguà fuera de la habitación. No tardamos mucho, y antes de darme cuenta, ya estaba de vuelta en la pequeña habitación con Quill y Cade. Después de lo que pareció una eternidad, finalmente entró un hombre con bigote. Me miró directamente. Supongo que la enfermera le habÃa informado sobre mi condición.
—Tienes seis costillas rotas. Tienes un ojo morado y probablemente una conmoción cerebral. —He tenido peores, pensé para mà misma. —Me gustarÃa mantenerte en observación. —Solo sacudà la cabeza. No habÃa manera de que desperdiciara otro minuto en este lugar. —Realmente debo insistir.
—Quill, dile a todos que salgan. Quiero vestirme. —Quill hizo lo que le pedÃ, y los hombres salieron de la habitación. Estoy segura de que el doctor pensó que solo querÃa estar más cómoda, pero salà de la habitación cuando me puse el vestido de nuevo. —Kaya, ¿qué estás haciendo? —Me voy ahora. Vamos, vámonos.
No necesitaba pedirlo dos veces a Quill. SabÃa que habÃa pasado por cosas peores y no veÃa razón para que me quedara en este ambiente estéril. Se asegurarÃa de que me despertara cada pocas horas, como habÃa hecho varias veces en casa cuando me golpeaba la cabeza durante el entrenamiento.
Cuando salimos, Cade me miró. —Asà que, supongo que no te gustan los doctores. —Me encogà de hombros. No tenÃa problema con los sanadores en casa, pero los doctores no eran de mi agrado. Se tomaban todo tan en serio, y cosas insignificantes de repente se convertÃan en una crisis. Me comuniqué mentalmente con mi hermano. —Estoy cansada.
—SÃ, es tarde. DeberÃamos regresar al hotel. —Miré a Cade. Me preguntaba cómo iba a funcionar esto. ¿Iba a regresar al hotel con nosotros? ¿Se quedarÃa en esta manada? ¿Qué pasarÃa mañana cuando nos fuéramos a casa? Incluso me preguntaba si estaba solo aquÃ. ¿HabÃa venido alguien de su manada con él?
HabÃa tantas preguntas que necesitaban ser respondidas. Todo eso podrÃa haberse hecho si Annalise no hubiera aparecido. Si no hubiera tenido que pasar las últimas horas perdiendo el tiempo en la consulta de un doctor. Pero ahora era tarde, y estaba cansada, asà que nada se resolverÃa ahora. Miré a mi hermano.
—Puedes regresar al hotel con nosotros si quieres. —Prácticamente hice una voltereta. ¿HabÃa sido mi hermano tan genial? Lo pensé. Claro que sÃ; sabÃa cómo era una vez que encontrabas a tu compañero. Él habÃa encontrado a la suya hace unos años y odiaba estar separado de ella. Ella nunca bajaba al sur con él porque tenÃan hijos, y no podÃa soportar estar separada de él. Siempre luchaba porque extrañaba horriblemente a Quill cuando él se iba.
TenÃan tres cachorros, y ella estaba embarazada del cuarto cuando nos fuimos. ¿QuerÃa Cade tener muchos cachorros? Sacudà esos pensamientos. No era el momento de pensar en eso. Necesitaba concentrarme en lo que la gente estaba diciendo.
Mi hermano me llevó de vuelta a nuestro camión; cuando levanté la cabeza, pregunté. —¿Dónde está Cade? —Fue a buscar a su beta. Nos encontrará en el hotel. Le hablé sobre la habitación y todo. Pero honestamente, no parecÃa querer compartir, asà que dudo que te quedes en la misma habitación que yo.
—¿Por qué estás siendo tan genial? —Oye, siempre soy genial. —En serio. —Lo entiendo. Conociste a tu compañero. Recuerdo cómo era eso. Pero te diré esto: nada de cosas raras si comparten habitación. Tus costillas necesitan sanar un poco. —Me sonrojé. No tenÃa ningún deseo de discutir cosas como esta con Quill. Incluso si era mi mejor amigo, algunas cosas son inapropiadas para hablar con tu hermano. —Lo dejaré. —PodÃa notar que estaba avergonzada.
—Mañana repasaremos los detalles. Sugiero enlazar con nuestra manada mañana y ver qué quieren hacer, ya que esto es una novedad. —SabÃa que estaba hablando de alguien encontrando a su compañero fuera del norte. Aún no sabÃa cuál era el precedente. Ni siquiera sabÃa todas las formas en que los sureños eran diferentes de nosotros todavÃa. Quiero decir, aparte de vivir en grandes casas de piedra y vestirse diferente. Ah, y su medicina. Me senté en el camión mientras conducÃamos; me preguntaba qué pasarÃa mañana.