




3. Cade
Cade
Huelo algo dulce, algo floral. Siento un cosquilleo en el estómago. Conozco esta sensación. Al menos, me han dicho lo que significa. Significa que mi compañera está cerca. Sigo el dulce aroma, y a medida que me acerco, finalmente puedo detectar de quién proviene el olor.
La veo bailando con un hombrecito. Una ola de celos me invade. ¿Quién se atreverÃa a tocar lo que es mÃo? El joven se queda quieto, viéndome mirarlo fijamente. Despliego mi aura de alfa, haciendo que suelte a la mujer.
Aparto la vista de él para examinar a la mujer que aún tiene la espalda vuelta. ¿No me huele? ¿Por qué no se ha dado la vuelta todavÃa? Me tomo un momento para mirar su espalda. Tiene un cabello negro muy largo. Debe ser el más largo que he visto, y se ve brillante y bien cuidado. Sin embargo, no oculta su trasero redondeado.
Finalmente, se da la vuelta para mirarme. Observo su apariencia. Tiene unos hermosos ojos marrones oscuros. Su piel bronceada se ve tan suave que, si la tocara, sentirÃa como seda. Veo que tiene un tatuaje en la frente que parece una especie de corona. Es un solo cheurón con guiones debajo.
¿Significaba algo? Luego noté su vestido. Era sin forma y hecho de algún tipo de gamuza. Estaba bordado con una variedad de diseños. ¿De dónde era ella? Volvà a mirar al hombre que estaba allÃ. —MÃa —dije con voz profunda, reclamando a mi compañera. La mujer entonces se volvió hacia él. ¿Por qué necesitaba mirarlo? ¿Era alguien para ella? Si lo era, le arrancarÃa los brazos.
—Lo siento —se rindió el hombre y retrocedió. —Ven, pequeña compañera —le agarré la mano y la llevé a un rincón más apartado del salón. QuerÃa saber su nombre. QuerÃa saber todo sobre ella. Me sentÃa atraÃdo hacia ella. A pesar de no poder distinguir la forma de su cuerpo, además de su trasero redondeado, podÃa decir que era atractiva.
Empecé a preguntarme cómo se verÃa desnuda. Comencé a ponerme duro debajo de los pantalones. Concéntrate, necesito concentrarme. Empecemos por su nombre. —Ahora, ¿cuál es tu nombre? —No respondió. ¿Estaba asustada de mÃ? Era mucho más pequeña que yo, y tenÃa fama de ser rudo. Después de todo, era el alfa más temido del continente. Era de conocimiento común. Pero no querÃa que ella me tuviera miedo.
—No hay razón para temerme, pero ¿cuál es tu nombre? —Realmente querÃa saberlo. QuerÃa decirlo, sentirlo en mi lengua. Miré sus labios. Eran rojos y suaves. QuerÃa probar esos labios. No, necesito concentrarme en su nombre. ¿Cuál era, maldita sea? De repente, sentà un ligero toque en mi hombro. ¿Quién se atrevÃa a tocarme? Deben tener algún tipo de deseo de muerte.
Justo entonces, veo a un hombre bajito. Está vestido con gamuza como mi compañera. Me relajo, pensando que son parientes. Justo entonces, el hombre bajito habla. —Soy Quill. Veo que ya has conocido a mi hermana. —Asà que tenÃa razón; es pariente de ella. Pero necesito entender por qué nos está interrumpiendo. —Cade, ¿qué quieres ahora? Estoy tratando de hablar con mi compañera.
Su rostro delataba su emoción. Estaba un poco sorprendido por la noticia. ¿No habÃa visto la escena en la pista de baile? Estaba a punto de darme la vuelta y enfrentarme a mi compañera. —Eh, Cade, ella no podrá hablar contigo. —¿Qué me estoy perdiendo? —Ella es sorda. —¿Qué? No puede ser sorda. Nunca he oÃdo hablar de un lobo sordo. Es imposible. —SÃ, claro, ningún lobo es sordo.
—Hablo en serio. Tuvo un accidente cuando tenÃa seis años. No tenÃa su lobo entonces, y no pudo sanar, resultando en pérdida de audición. —No puede ser. Me volvà hacia mi pequeña compañera. ¿Cuál era su nombre? —Quill, ¿cómo se llama? —Su nombre es Kaya. —La miré y dije su nombre. —Kaya.
Ella sonrió. Su sonrisa podrÃa haberme derribado. Era algo que querrÃa ver tan a menudo como pudiera. —¿Puedes oÃrme? —Ella solo negó con la cabeza. Asà que su hermano tenÃa razón. Me volvà hacia él una vez más. —Ella puede leer labios y usar señas.
¿Cómo demonios me comunicarÃa con ella si no podÃa hablar? Pensé por un segundo. Seguro que podÃa leer. PodrÃamos escribir. Pensé un poco más. Si la marcaba, podrÃa enlazarme mentalmente con ella. PodrÃa marcarla aquà y ahora. Es mi derecho, después de todo. Pero puede que a ella no le guste eso.
TenÃa que preguntarme si el hecho de ser sorda estarÃa bien. Si la marcaba, serÃa Luna de mi manada. NecesitarÃa ser fuerte. No tenÃa idea si perder la audición la hacÃa débil. Por mucho que quisiera reclamarla en el acto, necesitarÃa saber que podÃa valerse por sà misma. O, al menos, que podrÃa ser enseñada a luchar.
Saqué mi teléfono. PodrÃamos escribir; al menos, podrÃa aprender un poco sobre ella de esa manera. Comencé a escribir. —Soy Cade, Alfa de la Manada Sombra. —Le entregué el teléfono, y ella lo miró. Tomó el teléfono y lentamente comenzó a escribir.
—Soy Kaya de la Manada Luna Creciente. Encantada de conocerte. —Manada Luna Creciente, nunca habÃa oÃdo hablar de ella. Miré a Quill, que solo estaba allà parado. —¿Dónde está Luna Creciente? —Está al norte. Muy al norte.
HabÃa oÃdo hablar de las manadas del norte. Viven de manera muy diferente a nosotros. Eso explicarÃa la ropa. Volvà a mirar a mi pequeña compañera. QuerÃa tanto tomarla en mis brazos y no soltarla nunca.
Pero necesitaba ser cauteloso. Si tenÃa razón sobre lo que habÃa oÃdo de las manadas del norte, sus tradiciones eran muy diferentes. También habÃa oÃdo que eran luchadores feroces. Asà que, si ese era el caso, esto podrÃa funcionar. Esta hermosa criatura ante mà podrÃa quedarse. La miré a los ojos.
No habÃa duda de si podÃa quedarse. Supe en ese instante que no importaba que fuera sorda. No importaba si podÃa luchar. Mirando en sus profundos ojos marrones, supe que era mÃa, y eso no cambiarÃa, sin importar las circunstancias.