




2. Kaya
Kaya
La expresión en los rostros de la gente era una a la que ya me habÃa acostumbrado. Cuando los norteños visitaban nuestra manada, principalmente jóvenes en busca de su pareja, siempre me miraban de manera extraña al descubrir que no podÃa oÃr. El dÃa que caà bajo el hielo dejó daños irreparables en mis oÃdos.
TenÃa solo seis años entonces. Mi habla se vio afectada porque no podÃa escuchar lo que querÃa decir. Asà que dejé de hablar por completo. Cuando obtuve a mi lobo a los 13 años, finalmente pude comunicarme a través del enlace mental, pero eso solo era con mi manada. Antes de eso, mis padres hicieron esfuerzos dolorosos para enseñarme a leer labios y a usar el lenguaje de señas. Leer habÃa sido un desafÃo hasta que cumplà 13 años.
Pero una vez que obtuve a mi lobo, las cosas mejoraron. La comunicación se abrió para mÃ. No poder oÃr solo agudizó mis otros sentidos. Era la mejor rastreadora del norte. PodÃa sentir las vibraciones, lo que hacÃa casi imposible que alguien se acercara sigilosamente a mÃ. Si el olor no te delataba, tu movimiento lo harÃa. SabÃa que mi hermano les habÃa dicho que me miraran directamente cuando hablaran.
Mientras preguntaban sobre mis tatuajes, un olor me golpeó. Levanté la nariz al aire. Era divino, olÃa a pino. Pero no a un pino áspero, sino a un pino suave que olÃa a hojas dulces y savia. Comencé a olfatear el aire. "¿Qué está pasando, Kaya?" preguntó mi hermano a través del enlace mental.
"Huele al mejor olor del mundo. Es un nuevo tipo de pino." "Bueno, déjalo; estás siendo grosera." Intenté concentrarme en las personas que estaban frente a mÃ, pero me enfoqué en ese olor. Después de unos momentos, mi hermano finalmente me llevó más allá de las personas que conocimos. Estaba tan distraÃda que ni siquiera habÃa obtenido sus nombres.
DeberÃa haberme impresionado solo con el edificio, pero todo lo que podÃa pensar era en ese olor. ¿De dónde venÃa? Miré a la gente a mi alrededor. Intenté ser discreta, observando a todos, pero mi hermano volvió a intervenir en mi cabeza. "Déjalo ya."
Me resolvà a que pronto encontrarÃa la fuente. Se estaba volviendo más fuerte cada segundo, asà que serÃa mejor relajarme. No querÃa que la gente pensara que en el norte somos unos raros. Quiero decir, ya destacábamos con nuestra ropa ornamentada de piel de venado. Aunque para mà era hermosa, era diferente de la vestimenta usual de la gente aquÃ.
Con toda esta gente aquÃ, casi me alegraba no poder oÃr. Estoy segura de que habrÃa sido ruidoso. Mi nariz estaba sobrecargada con todos los diferentes olores. Un joven se acercó a mÃ. Miré sus labios. "¿Quieres bailar?"
Solo habÃa bailado en grupo. ¿Y si bailar aquà era diferente? SabÃa cómo seguir, asà que podrÃa averiguarlo sin hacer el ridÃculo. Asà que asentà al joven. Él tomó mi mano, y lo siguiente que supe fue que nos habÃamos unido a las parejas que giraban alrededor del suelo de piedra.
PodÃa ver su boca moverse, pero era difÃcil determinar lo que decÃa, ya que nos movÃamos demasiado. Pero no habrÃa importado de todos modos, ya que no hablaba. Probablemente pensaba que solo era una norteña engreÃda.
Ese maravilloso olor de alguna manera se habÃa vuelto aún más poderoso; era abrumador. Traté de mantener la calma. Mi hermano me habÃa dicho que lo dejara. Pero sentÃa que estaba a punto de explotar por querer saber cuál era el culpable de esta nueva sensación.
Justo entonces, el joven dejó de moverse; se quedó congelado, rÃgido como una tabla. Solo lo miré. Movà mi mano frente a su cara. Sin reacción. Espero que esté bien. Me di la vuelta para ver si alguien podÃa ayudar. AllÃ, me encontré con un hombre.
Era la vista más hermosa del mundo. ParecÃa más un dios que un hombre. Era alto y tenÃa los ojos más verdes que habÃa visto. Su cabello castaño estaba un poco desordenado, pero se veÃa bien con su mandÃbula cincelada. El olor parecÃa emanar de él.
Sentà un fuerte deseo de inclinarme hacia él y que nuestros cuerpos se juntaran. Entonces su boca se movió, y distinguà una palabra. "MÃa." Miró más allá de mà al hombre que habÃa estado bailando conmigo. Vi su boca moverse de nuevo. SabÃa que estaba gruñendo. HabÃa estado alrededor de suficientes lobos para saber lo que significaba esa cara. Me giré para ver al hombre levantar las manos y retroceder, diciendo. "Lo siento."
Luego me volvà para mirar al hombre. "Ven, pequeña compañera." Tomó mi mano y me sacó de la pista. Estaba en shock por lo que acababa de suceder. TenÃa un compañero. Él era mi compañero. No era del norte, era del sur. ¿Qué significaba esto? Oh, hombre, iba a odiar el frÃo.
Me habÃa llevado a un rincón apartado de la sala. Y ahora me miraba fijamente. "Ahora, ¿cuál es tu nombre?" Oh no, ¿cómo iba a hablar con él? Me enlacé mentalmente con mi hermano. "Te necesito." "¿Dónde estás?" Miré alrededor de la sala. "El rincón junto a la ventana, el más alejado de la puerta."
Volvà a mirar al hombre. "No hay razón para temerme, pero ¿cuál es tu nombre?" Aún no dije nada. PodÃa ver que estaba frustrado. Justo entonces, vi a mi hermano. Nunca me habÃa sentido tan aliviada en mi vida. Seguramente, él entenderÃa por qué no le habÃa dicho mi nombre. Mi hermano tocó el hombro alto del hombre. Le iba a decir. Él sabrÃa mi nombre.
Deseaba hablar por mà misma y decÃrselo. Pero no habÃa hablado en tanto tiempo que habrÃa sonado raro. El hombre se giró abruptamente. Luego volvió a mirarme. Vi sus labios moverse mientras decÃa, "Kaya."