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Capítulo 29: Una «reunión» retrasada

Las manos frías se aferraron a las de la Abuela y el temor se instaló, ardiendo en sus venas y extendiéndose por sus huesos.

—Tú no eres mi Nadia —gruñó a través del dolor.

—Tampoco soy una extraña —una sonrisa inquietante se dibujó en el rostro de Nadia—. Si no fuera por tu maravilloso robo, no t...