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53. Incluso los dioses lo envidiarían.

Ambas mujeres corrieron de vuelta a la cabaña en el bosque. Luna sostenía la mano de Eve, arrastrándola detrás de ella como un saco de patatas. Eve intentaba seguirle el ritmo, pero era casi imposible. Hace mucho tiempo, había dicho que nunca podría seguir el ritmo de un cambiaformas, y hoy, Eve dem...