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57. La reina vuelve a casa.

—Por supuesto que soy yo; ¿a quién esperabas? ¿Al maldito Papa? —El hombre sentado en el trono rió fríamente. Su apariencia no era la habitual, pero no era irreconocible. Deimos se estremeció de asco, preguntándose cómo demonios la criatura que más odiaba podía estar sentada en el trono que él merec...