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Capítulo 119 Un pequeño juego arriesgado

Apagué la alarma y le dije a Alexander que absolutamente tenía que levantarme cuando volviera a sonar en siete minutos.

Él sonrió somnoliento, me agarró de la muñeca, me acercó a su cálido cuerpo y luego volvió a subir las cobijas hasta mis hombros. Cerré los ojos y disfruté del escalofrío de comod...