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Capítulo 5

—¿Puedo tener un momento a solas con mi novio?

Al escuchar esas palabras, mi peor pesadilla se hizo realidad. No lo miré, ya que mis ojos amenazaban con llenarse de lágrimas cálidas. Sin decir una sola palabra, salí corriendo de allí. Corría sin mirar a dónde iba. Mi cuerpo chocó con uno más fuerte, lo que me hizo mirar a esa persona con ojos llorosos.

—¿Qué pasó? —preguntó Jason con voz preocupada mientras me tomaba la cara y veía mis ojos llenos de lágrimas.

—Luna, ven aquí —escuché una voz firme decir desde atrás. Eso hizo que Jason mirara detrás de mí. Oí pasos pesados acercándose y mi corazón latía de una manera desagradable. No quiero estar cerca de él.

—E-estoy bien —susurré esas palabras con voz baja y me alejé corriendo antes de que pudiera alcanzarme. Caminé rápido hacia la sala de estar y vi a papá entrando en la casa.

—Papá —dije mientras corría hacia él. Él envolvió sus brazos alrededor de mí, envolviéndome en su cálido abrazo.

—¿Me extrañaste? —preguntó mientras acariciaba mi espalda con cariño.

—Hmm —murmuré con los ojos cerrados, evitando que las lágrimas cayeran. No derramaré lágrimas por él, aunque mi corazón se sienta como si alguien lo estuviera apretando con ambas manos.

—¿Cómo estás, tío? —lo escuché preguntarle a papá, lo que me hizo abrazar a papá más fuerte mientras enterraba mi cara en su pecho.

—Estoy muy bien. ¿Y tú? ¿Cuándo volviste, hijo? —preguntó mi papá con voz amigable, feliz de verlo después de tanto tiempo.

—Estoy bien, volví hoy —dijo con voz incómoda.

—Papá, vamos a casa. Quiero ir a casa —dije con voz baja.

—Tío, ¿no vas a entrar? —le preguntó a papá con la misma voz al escuchar lo que le dije.

—No, pasaré mañana cuando venga a dejar a Luna de nuevo aquí —papá se negó amablemente. Podía sentir su mirada en mi espalda, pero la ignoré, ya que no quería hablar con él ni volver a ver su cara. Papá y yo salimos de la casa, aún con mi cara enterrada en su pecho. Caminamos hacia su coche y nos sentamos.

—¿Tienes fiebre? —me preguntó papá mientras me sentaba en silencio en el coche, sin decirle lo que hice durante todo el día. Moví la cabeza en señal de negación. Aun así, papá revisó mi temperatura corporal presionando el dorso de su mano en mi cara.

—Tu temperatura corporal es más alta de lo normal. Te revisaré la temperatura con el termómetro cuando lleguemos a casa —dijo con voz preocupada. Solo asentí ligeramente con la cabeza y no dije nada mientras papá conducía. Una vez que llegamos a casa, papá trajo el termómetro y revisó mi temperatura mientras yo me sentaba en silencio en el sofá.

—Tienes fiebre, Luna. Te daré medicina una vez que cenes —dijo papá con voz preocupada mientras se levantaba para ir a preparar la cena para nosotros.

—Ve a tu cuarto y descansa. Te llamaré cuando la cena esté lista —dijo papá desde la cocina mientras sacaba un poco de arroz.

—Ok —murmuré con voz baja y me dirigí a mi habitación. Caminé hacia mi cuarto con los hombros caídos, mientras todos los eventos del día rondaban en mi mente. Me dejé caer en la cama y finalmente no pude contener mis lágrimas. Un sollozo escapó de mi boca mientras las palabras de Alisha se repetían una y otra vez en mi cabeza. Lágrimas gruesas comenzaron a rodar por mis mejillas mientras intentaba controlar mis sollozos. Era demasiado para mi pequeño corazón soportarlo. Me quedé mirando al vacío mientras ese día en que él me prometió que sería mío se reproducía frente a mis ojos vidriosos.

Había vuelto a casa de la escuela durante las vacaciones. Estaba jugando al fútbol con Kevin en el patio trasero. Corría hacia el balón con mi gran vestido rosa y Kevin con su nueva camisa y pantalones cuando llegó la tía Charlotte.

—Kevin, Luna, entren. Es hora de ir a la boda —nos llamó. Hoy íbamos a la boda de un primo lejano de Kevin.

—Veamos quién llega primero a la puerta —le dije a Kevin con tono desafiante.

—Yo llegaré primero, tonta —dijo Kevin con voz confiada y luego corrimos. Corrimos y llegué primero, pero Kevin seguía corriendo cuando me giré y lo miré. Tropezó y cayó, lo que me hizo reír ya que su ropa se arruinó y su cara quedó cubierta de barro. La tía lo regañó por arruinar su ropa por segunda vez. Eso lo hizo sonrojarse más.

—Mira, Luna, ella ni siquiera arruinó su ropa una vez. ¿Por qué Dios no me bendijo con una niña? —dijo exasperada mientras le cambiaba la ropa.

—Pero tía, me tienes a mí —dije, haciéndola sonreír a mi manera.

—Por supuesto, cariño. Dios me bendijo contigo —dijo con una cálida sonrisa en su rostro mientras yo le sacaba la lengua a Kevin, que estaba enfurruñado.

—Mamá —dijo él con molestia al perder la carrera y luego la tía me elogió. Siempre competíamos así entre nosotros.

—No más quejas —dijo la tía mientras abotonaba su nueva camisa.

—Mamá —escuché una voz que me hizo mirar en esa dirección y cuando lo vi, mis ojos se abrieron de par en par sin querer.

—Sí —dijo la tía mientras abotonaba el último botón de la camisa de Kevin.

—¿Tengo que asistir a la boda? —dijo mientras ajustaba su corbata. Se veía tan guapo con su esmoquin negro. A los diecisiete años, era tan alto como mi papá o un par de pulgadas más.

—Sí, ahora vamos, tenemos que llegar a tiempo —dijo con voz firme mientras tomaba la mano de Kevin y la mía, y caminábamos hacia la puerta. Me giré y seguí mirándolo porque hoy se veía tan guapo. Sus ojos ámbar se posaron en mí y me dedicó una sonrisa de oreja a oreja, lo que hizo que girara la cabeza mientras mis mejillas se sonrojaban. Era la primera vez que veía una boda y mis ojos estaban tan maravillados por todas las decoraciones y flores. Vi cómo el novio miraba a su novia con amor y cómo todos los apreciaban. Y el vestido de la novia era tan hermoso. Quería usarlo cuando creciera. Sin darme cuenta, estaba planeando cosas para mí misma en mi mente de diez años mientras una gran sonrisa se dibujaba en mis labios.

—Tía, usaré el mismo vestido que ella en mi boda —le dije a la tía con voz emocionada mientras ella me daba de comer a mí y a Kevin. No podía esperar para usar ese vestido. Él estaba sentado a mi lado comiendo en silencio, pero cuando dije esas palabras, sus ojos ámbar se posaron en mí. Kevin puso los ojos en blanco, todavía molesto conmigo por lo que había pasado antes.

—Sí, querida, te compraré el vestido más hermoso del mundo —dijo con una gran sonrisa en su rostro mientras me ponía algo de comida en la boca.

—Pero quienquiera que se case con ella, el novio huirá al ver su cara. Es fea —dijo Kevin con una gran sonrisa en su rostro, vengándose de mí llamándome fea. Esas palabras de alguna manera afectaron mi mente de diez años. ¿Soy fea? Este pensamiento nunca había cruzado por mi mente, pero ahora sí. La gran sonrisa que tenía en mi rostro se desvaneció mientras Kevin me daba su sonrisa torcida. Las lágrimas llenaron mis ojos porque todos los sueños que había visto nunca se harían realidad.

—Kevin, pídele perdón ahora mismo —lo regañó la tía.

—No —dijo mientras me sacaba la lengua.

—Kevin —dijo la tía con tono de advertencia y los ojos entrecerrados. Estaba a punto de hacer algo cuando sonó su teléfono celular.

—Mamá, tú contesta. Me aseguraré de que Kevin le pida perdón a Luna —dijo con voz firme. Sentí sus ojos en mí, pero mantuve la cabeza baja. La tía suspiró y se alejó con el celular en la mano.

—Kevin, pídele perdón —dijo con voz firme, pero Kevin se negó y yo comencé a llorar mientras una lágrima se deslizaba por mi mejilla. Me bajé de la silla y corrí mientras más lágrimas caían de mis ojos.

—Luna —llamó mi nombre, pero no me detuve y corrí hacia el jardín mientras más lágrimas gruesas caían de mis ojos.

—Luna —una mano grande agarró la mía pequeña, haciéndome detenerme en seco.

—No quiero entrar. Déjame ir —dije con voz triste, tratando de sacar mi mano de la suya.

—No, no vamos a entrar. Ahora ven aquí —dijo con voz firme mientras me arrastraba hacia el banco más cercano en el jardín. Se sentó, pero yo seguía de pie con la cabeza baja.

—Ven aquí —dijo y me hizo sentarme en su regazo, haciéndome mirarlo con ojos llorosos, pero los bajé de nuevo cuando sus ojos ámbar se encontraron con los míos llenos de lágrimas.

—¿Estás derramando lágrimas de tus hermosos ojos porque Kevin te llamó fea? —preguntó con voz suave mientras limpiaba una lágrima recién caída con el dorso de su dedo. Asentí lentamente con la cabeza.

—Mírame, Luna —dijo con voz suave mientras ponía su dedo bajo mi barbilla y me hacía mirarlo.

—Eres más hermosa que cualquier chica presente aquí —dijo mirándome directamente a los ojos, haciendo que mis ojos se abrieran de par en par. ¿Estaba diciendo la verdad o solo intentaba hacerme sentir mejor? ¿Él también piensa que soy fea? Me pregunté.

—Pero Kevin dijo que soy fea, que mi novio huirá al ver mi cara —dije mientras nuevas lágrimas cálidas rodaban por mis mejillas.

—No, no lo hará. Será el hombre más afortunado del mundo si decides casarte con él —dijo esas palabras mirándome directamente a los ojos vidriosos.

—¿Te casarías conmigo? —esas palabras inocentes salieron de mi boca mientras mi enamoramiento por él se apoderaba de mí. Sus ojos se abrieron de par en par al escuchar esas palabras y se quedó en silencio. Sabía que solo estaba diciendo esas palabras. ¿Por qué se casaría conmigo? Hoy muchas chicas hermosas se le acercaron para pedirle que bailara con ellas. Se casará con una de ellas y no conmigo. Ese pensamiento hizo que más lágrimas cayeran de mis ojos.

—Me casaré contigo, Luna —dijo con los ojos fijos en mi rostro mientras su dedo volvía a limpiar una lágrima larga. Esas palabras me hicieron mirarlo con ojos sorprendidos y mi corazón se llenó de felicidad mientras mi mente de diez años creía en sus mentiras.

—Entonces, ¿eres mi novio ahora? —pregunté con voz emocionada.

—Sí, lo soy —dijo con una sonrisa de oreja a oreja, haciéndome reír de emoción.

—Entonces, ¿cuándo iremos a nuestra primera cita como los novios en las telenovelas que ve la tía? —pregunté con la misma emoción al recordar haberlo visto en la televisión.

—Hmmm, una cita —dijo mientras pensaba un poco.

—Una vez que seas lo suficientemente mayor, le pediré permiso a tu papá para llevarte a una cita conmigo —dijo con la misma sonrisa tranquilizadora en su rostro.

—¿Lo prometes? —pregunté con ojos esperanzados.

—Lo prometo, mi Luna —dijo, haciéndome reír mientras sus palabras calmaban mi corazón. Esa noche solo bailó conmigo y desde ese día mi yo inocente comenzó a ver el resto de mi vida con él.

Más lágrimas cayeron de mis ojos mientras el recuerdo de ese día hacía que mi corazón doliera aún más. Desde ese día esperé y esperé mi cumpleaños número dieciocho, pero ahora la burbuja vacía en la que estuve todos estos años se rompió. Él había prometido ese día hacerme su novia, pero trajo una nueva antes de que yo siquiera fuera lo suficientemente mayor para él. Mi yo estúpido e inocente siguió creyendo en su mentira y ahora estoy enfrentando las consecuencias de haberle creído con los ojos cerrados. Dijo esas palabras solo para hacer que una niña de diez años dejara de llorar.

Malinterpreté esas palabras como una promesa, qué tonta fui.

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