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10. DEVRIM: NUESTRO PRECIO

—Pegas como una nena.

Me reí cuando Ezra gruñó y lanzó un puñetazo hacia mí, que esquivé fácilmente.

—No me llames así —bufó.

—¿Qué? —esquivando otro golpe—. ¿Nena?

Vi cómo sus mejillas se enrojecían. Ezra odiaba que le pusieran apodos. En su mayoría, tenía que ver con los guardias que lo molest...