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Capítulo treinta y siete

Enid

Leo y yo habíamos dormido durante mucho tiempo. Ninguno de los dos había dormido en los días previos a la batalla, y todo parecía alcanzarnos de golpe.

Sin embargo, ya llevaba un rato despierta, mirando por el tragaluz mientras el sol se preparaba para ponerse de nuevo. Otra lágrima calie...