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Matt

Abroché a Quillan en el asiento trasero del coche. Él rebotaba y movía sus pequeñas piernas, sus ojos brillaban con esperanza.

—¿Crees que mamá estará despierta?

—No lo sé, campeón —dije—. Pero eso espero.

Me senté en el asiento del conductor y dejé que Tony se sentara en el asiento del pasaje...