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Matt

Mierda. No podía sacarme de la cabeza la mirada en los ojos de David. Era burlona y engreída. Mierda. Mierda. Mierda.

Esa sonrisa se sentía como un clavo en mi ataúd. Él lo sabía. Mierda, lo sabía. No sabía cómo lo sabía, pero definitivamente lo sabía. Ni siquiera podía concentrarme en la furi...