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54. «Pídele a tu maestro que te joda...»

Con solo sentir la dureza de Abraham dentro de mí, llenándome por completo y ensanchando mi entrada, es suficiente para hacerme llegar al orgasmo. Todo lo que hizo fue penetrarme, y el placer se extendió por mi cuerpo como una maldita ola.

Mi espalda se arquea bajo el calor de Abraham, y él apriet...