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29. «Hagamos una apuesta, Victoria».

—¿Que cuide mis palabras? —me burlo, mirándolo directamente a los ojos—. No creo que debas preocuparte por lo que digo o hago... De hecho, deberías estar cuidando a tu esclava perfecta en lugar de a una mocosa con tan mal temperamento.

Él se sorprende, y su toque se suaviza.

Lejos de la presión qu...