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CAPÍTULO 404

No puedo dejar de pasar mis dedos por mi cabello mientras me siento frente a Camilla en el café bistró al que hemos venido a tomar un café. Levanto los mechones negros y profundos y los enrosco nerviosamente. No tengo idea de lo que dirán mi mamá o Leila sobre este cambio drástico, pero el reflejo e...