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CAPÍTULO 167

—¡Ahora, Emma!—gruñe en mi dirección y me doy cuenta de que esto es inútil, no me dejará ir hasta que lo haga. Respiro hondo y lo miro, contándole en detalle, tanto como puedo recordar. Él se sienta todo el tiempo en silencio, mandíbula apretada y cejas fruncidas en una mirada de enojo, observándome...