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CAPÍTULO 127

Solo su voz me calma y las lágrimas han dejado de brotar tan vehementemente. Respiro hondo para tranquilizarme, secándome la cara con la manga, sin importarme el desorden que deja. Miro hacia arriba, hacia el pequeño tramo de escaleras en el que estoy sentada, y localizo el cartel blanco en lo alto ...