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Ochenta y siete: el fin

Al entrar en nuestra acogedora sala de estar, me recibió la dulce imagen de mi esposo jugando con nuestra hija en el suelo. La luz del sol entraba por las ventanas, iluminando sus rostros con un cálido resplandor. Mi corazón se llenó de amor y satisfacción al verlos.

Mi esposo levantó la vista y me...