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Ochenta y dos

Había un caballo. Y Nico. Nico lo perseguía, pero no podía alcanzarlo. Seguía agarrando la cola del caballo, y el caballo aceleraba y dejaba a Nico atrás. Mis ojos se abrieron por un segundo y un destello de luz me golpeó. Cerré los ojos con fuerza. Sentí que alguien acercaba mi cabeza hacia ellos y...