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Setenta y cinco

Dejé que Julian nos guiara hasta la casa de Nico, aunque yo solía ser quien la visitaba con frecuencia. Quería que él fuera el primero en enfrentarse a quien abriera la puerta.

Fue Nua.

Ella abrió y nos sonrió. Nua usualmente llevaba tacones. Descalza, hoy, en su casa, se veía aún más pequeña. Lle...