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Setenta y cuatro

Gabe me frotaba los pies mientras yo me reía sin poder evitarlo. Era realmente, realmente malo dando masajes en los pies. Sabía que tenía buenas intenciones, pero la forma en que me frotaba los pies era básicamente una cosquilla interminable. Desde aquel día en que empecé a sangrar tanto, ya sea pap...