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Capítulo treinta y cinco

Raleigh

—¡Oh, Dios! —gimo, llevándome las manos a la cabeza mientras me doy la vuelta en la cama, solo para detenerme a mitad de camino al rodar sobre lo que espero desesperadamente que sea Serenity.

—¿Qué hora es? —murmura una voz femenina, somnolienta.

—Gracias a Dios —murmuro para mí mismo mient...