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139 ¿No deberías disculparte?

—¡Dios mío!

En el momento en que la mano de Adeline rasgó la pintura, la voz de Stella resonó con sorpresa:

—¡Esa es la pieza favorita del Maestro Sebastián!

—Adeline, aunque me desprecies, no la destruirías solo porque yo la aprecio, ¿verdad?

La galería estaba escasamente poblada esa noche, y l...