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Se acabó el juego

Damiano

—¡Oh, cariño, el anillo es simplemente hermoso! —Mi mandíbula se tensó al escuchar esa horrenda voz aguda. Cada vez que esa mujer abría la boca, sentía como si un montón de cuchillos me apuñalaran los oídos continuamente. Estaba convencido de que Gaetano era parcialmente sordo. Era impos...