




4
Vidar intentaba concentrarse en el informe en su tableta, pero su mente se negaba a cooperar. El coche aún tenÃa su aroma flotando en el aire.
—Era encantadora, señor —dijo Malcom, su chofer.
—¿Qué? —preguntó Vidar, fingiendo no saber de qué hablaba su chofer.
—La joven a la que le ofreció un aventón, señor —elaboró Malcom.
—Es tarde y la zona alrededor de 'La dama roja' no es la más segura —dijo Vidar.
—No lo pregunté, señor. No es asunto mÃo. Yo solo conduzco. —Solo conduzco el coche, ¡mis narices!, pensó Vidar. Malcom era el mejor conductor del mercado y esa era la única razón por la que Vidar toleraba su manÃa del hombre de chismear y meter las narices donde no debÃa. Más a menudo de lo que le gustarÃa, en la vida privada de Vidar. Eso y el hecho de que Malcom era leal hasta la médula. Pero tenÃa un punto. Malcom no habÃa preguntado, asà que Vidar no sabÃa por qué sentÃa la necesidad de defender su decisión. No es que hubiera sido una decisión consciente ofrecerle un aventón a la camarera. Nada de lo que ocurrió está dentro de su plan para la noche. Simplemente la habÃa visto sentada en la parada del autobús y habÃa pedido a Malcom que se detuviera antes de darse cuenta de lo que habÃa dicho. Aún no sabÃa por qué lo habÃa hecho. Claro, ella habÃa sido una de las mejores camareras que los habÃa atendido durante las reuniones de los jueves. TenÃa una habilidad innata para lidiar las bromas groseras y el machismo, que parecÃan prosperar cuando todos se reunÃan. Pero también tenÃa lÃmites claros que no tenÃa miedo de reforzar. Le habÃa gustado tenerla en su regazo. Se sentÃa suave y redonda en todos los lugares correctos. Le habÃa gustado demasiado, lo cual quedó claro cuando Millard la llamó. El instinto de Vidar habÃa sido objetar, mantenerla en su regazo. Esa fue una clara advertencia, y se aseguró de que ella dejara su regazo lo antes posible y luego se aseguró de que se mantuviera alejada el resto de la noche. Ofrecerle un aventón a casa no era mantenerla alejada. Respiró hondo, dejando que su aroma llenara sus sentidos. AtribuirÃa su comportamiento durante la noche al largo tiempo que habÃa estado sin una mujer, o un hombre, para el caso. Tal vez su cuerpo le estaba pidiendo entregarse a algún comportamiento depravado. Pero no con la camarera. Todos sus instintos le decÃan que eso terminarÃa siendo una mala idea. Afortunadamente, habÃa más que suficientes personas dispuestas en la ciudad.
Para la eterna irritación de Vidar, los pensamientos sobre la camarera no desvanecÃan. No importaba qué distracciones se ocupara a medida que pasaban los dÃas. Ni siquiera cuando Lucas, el jefe de su departamento de TI, le dijo que habÃa un problema con su sistema de TI, ella se iba completamente de su mente. Lucas hizo un esfuerzo valiente para tratar de explicarle a Vidar cómo habÃa descubierto que algo andaba mal con su sistema. Pero todo era demasiado TI para que Vidar lo entendiera completamente.
—DÃmelo como si tuviera puto cinco años —dijo finalmente.
—Está bien, señor Grims. Nuestro sistema de TI está hecho para enviar información de un lado a otro de la empresa. Piénselo como esos antiguos tubos donde pones un mensaje en una cápsula y lo metes en un tubo y ¡zas! llega a otra oficina —comenzó Lucas. Vidar estuvo a punto de poner los ojos en blanco, pero él mismo lo habÃa pedido. —Asà que si quiero enviarte un mensaje en un tubo. Recojo la información y la pongo en una cápsula. Luego necesito marcar la cápsula con dónde y a quién quiero enviarla. Para nuestro ejemplo, digamos que usamos una impresora y imprimimos una etiqueta y la pegamos. Finalmente, la envÃo y aparece en tu extremo. ¿Cierto?
—Correcto —asintió Vidar. Hasta ahora podÃa seguir el hilo.
—Bien. A veces me envÃo información a mà mismo, de esa manera sé dónde buscarla cuando la necesito. El otro dÃa me envié una cápsula, pero noté que tardó un poco más de lo habitual. Digamos que la cápsula normalmente tarda diez segundos en llegar de regreso a mi escritorio. Ahora tarda quince. No es mucha diferencia, pero suficiente para que me diera curiosidad. Me preocupaba que los servidores... perdón, no los servidores, los tubos, se estuvieran volviendo viejos. Tal vez hacÃa falta repararlos. Asà que comencé a rastrear los mensajes que se enviaban. Y lo que encontré es que aproximadamente cada mil mensajes se retrasa. No logro encontrar una razón común por la que esos mensajes se retrasan. No todos pasan por un tubo especÃfico, no todos los mensajes que van por el mismo camino se retrasan y asà sucesivamente —continuó Lucas.
—Entonces, ¿necesitamos nuevos... tubos? —preguntó Vidar.
—Creo que no. Creo que es peor que eso. Creo que alguien está interceptando las cápsulas. Mirando dentro de ellas y luego enviándolas en su camino —dijo Lucas.
—¿En cinco segundos? —preguntó Vidar.
—Bueno, no. En realidad, va mucho más rápido y está hecho digitalmente —le explicó Lucas. Vidar asintió.
—¿Quién es el responsable? —preguntó. PodÃa imaginarse fácilmente en al menos veinte personas u organizaciones que estarÃan interesadas en su información. Algunas serÃan meras molestias, otras serÃan una tormenta de mierda.
—Ese es el problema. No he podido encontrar ninguna evidencia de que esto realmente esté sucediendo. Es solo un pequeño retraso y mi instinto me dice que esta es la explicación más lógica. He intentado localizar la intrusión, pero simplemente no puedo —dijo el hombre. Vidar frunció el ceño. Si Lucas admitÃa que no sabÃa, las cosas habÃan de ser grave.
—¿Qué necesitas para lograrlo?
—Necesito a alguien con experiencia en hacking, preferiblemente con buen entendimiento de cómo se construyen los sistemas empresariales y la seguridad informática —dijo Lucas.
—Los encontraré. Mientras tanto, continúa con tu investigación —ordenó Vidar. Lucas se fue y Vidar comenzó a pensar en quién conocÃa que pudiera conseguirle un experto en TI. Sonó su teléfono, y lo miró Vidar. —SÃ, Adisa, ¿en qué puedo ayudarte? —preguntó al otro miembro del club de los jueves.
—Vidar, Nasir y yo estuvimos hablando, y pensamos que serÃa bueno pedirle a Jenni que nos consiga la misma camarera mañana que tuvimos la semana pasada. Hice algunas llamadas y todos están de acuerdo. ¿Qué dices? —preguntó Adisa. Mierda, pensó Vidar. Nunca se librarÃa de ella.
—Está bien, realmente no me preocupa qué falda nos sirva. Supongo que fue lo suficientemente competente —dijo.
—¿Qué se te ha metido en el culo y se ha muerto? —preguntó Adisa con una rica carcajada.
—Vete al carajo —dijo Vidar, provocando otra ronda de risas.
—¿Sabes lo que ella es? —preguntó Adisa.
—Lo sé.
—Entonces deberÃas entender por qué lo hacemos.
—Lo sé, lo sé. Solo encárgate de ello y deja de molestarme con eso —espetó Vidar.
—Está bien, te dejo con lo que sea que te haya puesto de mal humor. Llamaré a Jennie y haré los arreglos. Nos vemos mañana. Por favor, estate de mejor humor —le dijo Adisa y colgó. Bien, pensó Vidar. Se limitarÃa pasar la noche ignorándola como lo habÃa hecho la última vez.