Capítulo 4 4
Luego de cenar y tomar champaña al gusto, el señor Mauricio se acercó y dijo:
—¿Ha sido de su gusto, amo?
Kimberly pensó que le decía a Katherine, pero no, se lo dijo a ella.
—¿A mí me preguntas? Lo siento, sí, por supuesto, han sido los mejores camarones que he comido en mi vida, todo estaba delicioso. Pero no me digas "amo", de verdad, emhh, me puedes decir Kim.
El hombre miró a Katherine y ella le hizo señas y asintió.
—Lo siento, señorita Kim, es costumbre.
—No, tú discúlpame a mí, gracias por todo.
El hombre mandó a retirar todo a las empleadas y Katherine dijo:
—Querida, ¿qué te parece si vamos a la sala de estar y seguimos tomando champaña? ¿Te gustaría?
—Yo prefiero algo más fuerte, si puede, por favor.
—Vaya, claro, bueno, me gusta la idea.
—¡Mau! —gritó ella.
El hombre llegó de inmediato. —¿Sí, amo?
—Traer una botella, una copa de aguardiente para cada una, bien fría.
—Como ordene.
Mientras ellas fueron a la sala de estar, Mau llegó y cada una tomó su copa. Kim le dio un sorbo al trago y sintió su garganta arder.
—Bien, seño... lo siento, Katherine, yo tengo algo muy importante que decirle y le pido, por favor, antes que todo, que me perdone y yo le juro que no lo quería hacer —Kimberly—, no, por favor, déjeme hablar porque siento que me va a dar algo si no lo digo. Yo, como una estúpida desagradecida, dejándome llevar, casi me acuesto con su esposo —dijo Kim llorando—. Por favor, perdóneme, no lo hice, lo juro. Tomé distancia con el señor Osorio. Yo estoy muy agradecida con usted y no quiero malos entendidos en mi vida. No he hecho algo así, yo, yo la embarré, sí, de verdad.
—¿Te gusta mi esposo? —preguntó Katherine en seco.
A Kimberly le tembló la mano donde sostenía la copa y se tomó el aguardiente en seco. Sintió que se ahogaba, pero se aguantó.
—Yo, yo lo siento, lo mejor es que me marche y desaparezca de sus vidas, de verdad no me lo merezco, ni tan siquiera estar aquí en su casa, ni la cena, nada, lo siento.
—Responde lo que te pregunté.
Kimberly se quedó mirándola y dijo: —Ssssí, sí, señora —dijo bajando la cabeza.
—Bien, eso quería escuchar.
—¿Qué?
—A ver, Kimberly, hoy tengo la oportunidad de hablar contigo y sé que todo lo que te voy a decir te va a sonar absurdo, pero te quedarás callada, no me interrumpas.
Kimberly se asustó y se mantuvo en silencio. La señora Katherine llamó a Mau para que le trajera la botella y luego ellas ya estaban a solas.
—Verás, Kimberly, yo conocí a mi esposo siendo muy, muy joven, de tu edad prácticamente. Llevamos 15 años de matrimonio, él es un hombre perfecto que cualquier mujer desearía tener, ¿sabes? Pero a veces el ser débil e inexperto en la vida te cobra factura. Yo era una jovencita de casa, bien educada, ejemplar, con ganas de comerme el mundo como tú —sonrió Katherine—. Estudié tanto lo de arquitectura, mis padres me pagaron los mejores profesores arquitectos para clases personalizadas. Conocí a Omar y me enamoré de él, es que ¿quién no? Pero me di cuenta de que él no se enamora y gusta de cualquiera, es decente y educado, fiel. Nos casamos muy enamorados, luego queríamos tener hijos y no pudimos, yo soy estéril y aun así él, tan buen hombre, no me dejó. Quisimos adoptar, pero las cosas no se dieron. Conocí a un hombre griego muy apuesto que, sí, admito que con verlo sentí mis sentidos de mujer enloquecer, mis hormonas se alborotaron y caí estúpidamente en sus garras. Teníamos sexo por montón, placer intenso, mientras que mi esposo viajaba para expandir más el negocio y fui desagradecida, lo sé. Pero tal vez por alguna razón, el yo saber que era estéril, caí tontamente y iba a ser la última vez que iba a estar con él. Pero ese día en el hotel nunca lo voy a olvidar, Omar me descubrió, entró a la habitación y salió sin decir una palabra y eso me mató. Salí detrás de él, pero fue imposible, duró dos meses fuera del país y yo caí en depresión. Amo a mi esposo con todo mi ser, fue mi primer amor. En ese tiempo que él no estuvo a mi lado comprendí que el amor vale más que una simple calentura (ambas mujeres lloraban). Mauricio estuvo conmigo en todo momento y más cuando me diagnosticaron cáncer cerebral avanzado y lo que más quería era poder pasar mis últimos días, años o meses junto a mi esposo. Él, al enterarse, regresó a casa y me dio su apoyo incondicional, me perdonó y me ha apoyado desde entonces. Sé que me vas a preguntar por qué no me he operado.
—Vi a mi madre morir por esa maldita enfermedad, Kimberly se sometió a muchos tratamientos y químicos que la hicieron sufrir y yo no quiero eso. Sé que me queda poco tiempo de vida y por eso te he llamado, necesito…
—Lamento mucho todo lo que le ha pasado, Katherine, de verdad la admiro mucho —dijo Kimberly llorando, y además el aguardiente le había asentado y estaba más sensible.
—Kim, no llores y escúchame atentamente lo que te voy a decir.
Kimberly asintió.
—Bien, como te digo, lamentablemente me queda poco tiempo de vida, y lo sé, cada vez me siento más débil aunque nadie lo note. Mi esposo y Mau sí lo notan y me duele dejarlos a ellos, de verdad no sabes lo mucho que me duele. Omar es mi mundo a pesar de mi error —dijo ella limpiándose una lágrima que bajaba por su delicado rostro—. No lo quiero dejar solo, él siempre fue fiel a mí, dejó su rencor para cuidar de mí y eso no lo hace cualquiera.
Me duele dejarlo en este mundo, pero cuando entraste por primera vez a la empresa para hacerte la entrevista, te metiste en mi mente. Por alguna razón, mi esposo al verte se quedó mirando y luego se puso arrogante y entendí que le gustó verte y él no lo quiere admitir, por eso su forma de ser contigo. Y no creas que él no me lo contó, Kim, él me tiene tanta confianza, supe que había pasado algo porque llegó hecho un toro y me lo contó con nervios, tal vez pensando que me molestaría, pero no, no soy egoísta. Kim, te pido por favor que cuando yo muera tú ocupes mi lugar.
—¿Quéeeeeeee? —preguntó ella atragantándose con el aguardiente y empezó a toser tanto que su rostro se puso rojo.
—Respira tranquila para que la tos se calme, tranquila.
Luego de unos minutos de poder calmar la picazón de su garganta, dijo:
—Lo siento, pero no, no, Katherine, es una locura lo que me dices.
—Tú ya estás involucrada con esto, Kim, no lo niegues, él te gusta. Y sé que mi propuesta para ti es una propuesta deseada. Y créeme que no te odio ni nada por el estilo, desde que supe de mi enfermedad me he preparado mentalmente para esta situación. Y tú eres la indicada, eres hermosa, educada, eres tan pura y preparada, inteligente, además él gusta de ti. Por favor, quiero morir tranquila.
—De verdad esto es muy, muy confuso para mí, no sé ni qué decirle. Siento mucho dolor por usted y tener esta conversación me siento muy mal.
—A ver, Kim, ¿somos adultas, no? Desde ahora seremos amigas, quiero enseñarte todo y que seas la mejor arquitecta del mundo, hacerte sentir una gran mujer, una dama. Por favor, no me digas que no, Kim.
—Yo, yo tengo que pensarlo, entiéndame. Yo me siento como si me estuviera metiendo en su hogar y el señor Osorio, él...
—Él es así cuando quiere ocultar sus sentimientos, pero créeme, es un gran ser humano. Además, no quiero que nadie lo lastime y dejarlo en manos de una perra que quiera solo su dinero.
—¿Y qué le hace pensar que yo no quiero su dinero?
—Tu humildad, tienes un lindo corazón y yo seré feliz que mi esposo tenga el hogar que se merece con hijos.
—Por favor, no llore más, me parte el alma verla así.
—Kim, por favor, acepta mi propuesta.
Kimberly se mantuvo en silencio.
—Está bien, te daré tiempo, Kim, pero quiero que me prometas algo.
Kimberly la volteó a mirar.
—No quiero que entre ustedes pase algo mientras esté yo con vida, ni tan siquiera un beso, ¿me entiendes?
—Claro, claro, no volverá a pasar, lo prometo, Katherine. De verdad, muchas gracias, por fin me desahogué, me sentía muy mal.
—Escúchame una cosa, Kimberly.
