UNA MUJER PARA MI ESPOSO

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Capítulo 3 3

Kimberly se miró en el espejo del retrovisor y se pintó nuevamente los labios y se acomodó el vestido. Salió rumbo a la sala donde era la reunión. Su corazón estaba a mil, no sabía cómo reaccionar ante tal suceso de ahorita. Respiró y mantuvo la compostura. Al entrar, sintió muchas miradas encima, caminó directo hacia su jefe Osorio y dijo "buenas tardes", ya que él estaba junto a otros empresarios.

—Vaya, Omar, no sabía que te habías divorciado. Has conseguido una bella compañía —dijo un hombre como de 40 años.

—No es mi acompañante, es mi secretaria, Kimberly Grey.

—¡Vaya! Eso es bueno, entonces quiere decir que me puedo acercar. Un gusto, señorita, soy Piter —dijo el joven como de 25 años, muy guapo.

—Un gusto en conocerles, señores. Jefe, ¿necesita que haga algo por usted? —dijo Kimberly mirando al señor Osorio, que no tenía ninguna expresión y eso la asustaba.

—Sí, ve y tráeme un trago.

—Como ordene.

Kimberly fue al pequeño bar, se sentía frustrada y confundida. Aprovechó que estaba allí y se tomó dos tragos de whisky a fondo para llevarle el trago al jefe a tiempo. Ella, que no estaba acostumbrada a tomar, pero por alguna razón su cuerpo se relajó y caminó hacia él y le dio el trago.

—Bien, como te decía, mi constructora puede distribuir todo lo que usted necesita para su edificio.

—Lo entiendo, Osorio, y agradezco tu oferta, pero aún nuestro arquitecto no ha llegado, por lo que esperaremos.

—Hagamos esto, Osorio —dice el joven Piter—. Mi padre, por un lado, tiene razón, pero si yo te digo que busque algún arquitecto que me satisfaga en todo lo que queremos, el contrato es tuyo.

Kimberly, que escuchó todo, abrió su bocota y dijo: —Yo, yo puedo hacerlo, señor.

—No, Kimberly, aún no estás capacitada para eso.

—¿Acaso tú eres arquitecta? —pregunta Piter intrigado.

—Sí, señor Piter, yo estoy estudiando de hecho, pero me siento capaz de asumir esa responsabilidad. Podemos tener una reunión en la que usted me plantee sus ideas y gustos, yo haré dos planos para que usted elija.

—Excelente —dijo el joven mirándola de pies a cabeza—. Señor Osorio, que su secretaria, arquitecta, me presente un solo plano en una semana y media.

—¿Qué? —dice Kimberly.

—¿No puedes? Mañana tendremos una reunión tú y yo, pero a solas, ya sabes, para hablar de mis requisitos y de ahí te daré semana y media, es mi última palabra.

—Me gustan los retos, señor Piter, y lo haré.

—Solo dime Piter, preciosa.

—Señor Piter, está bien.

El señor Osorio sonrió por fin.

—Bien, señores, si me disculpan, me llevo a mi secretaria, debemos hablar.

Ambos fueron a la barra y tomaron asiento.

—Jefe, lo siento.

—Escúchame muy bien, Kimberly, no sé qué pretendes, pero más te vale que hagas bien las cosas.

—Por favor, un trago doble. Sí, jefe, lo haré —dijo y se tomó el trago a fondo.

—No tomes tanto, no es bueno.

—Señor Osorio, ¿por qué me odia?

—Yo no te odio.

—Sí, desde que pisé tu oficina, has sido un ogro conmigo.

—Eres una chiquilla para entender las cosas.

—Basta, no, no soy una niña, y si crees que soy una niña, ¿por qué me querías coger en tu auto?

—Baja la voz.

—¿Sabe qué, señor Osorio? No ha pasado nada, yo soy su empleada, usted mi jefe y le juro que haré todo lo posible para que ese contrato sea suyo.

Kimberly se tomó otro trago y lo dejó con la palabra en la boca y salió para tomar un taxi, y por desgracia, nada. Y por más desgracia, apareció el señor Osorio y dijo:

—Sube y te llevo.

—No.

—No seas terca, sube o te cargo y te subo yo.

Kimberly estaba ya mareada y no quería discutir, se subió al auto.

—Oye, Kimberly, lo que pasó en el estacionamiento...

—Omar, lo sé, sé cuál es mi posición y no volverá a pasar por respeto a la señora Katherine y por respeto a mí.

—Entonces ahora me dices Omar y ya no Sr. Osorio.

—Porque no estamos en hora de trabajo, si no se da cuenta, por favor, limítese a llevarme a casa y ya.

Omar quería decirle algo, pero mantuvo la calma, ella lo desesperaba demasiado. Al llegar a la casa, ella dijo sin mirarlo:

—Gracias por traer.

Kimberly fue a abrir la puerta, pero este la cerró de inmediato.

—¿Qué haces? —pregunta ella nerviosa.

—Solo quiero que entiendas una cosa.

—¿Qué quieres, Omar?

—Que tú... que tú... —Omar mantuvo el silencio.

—Déjemelo así, yo creo que el trago me asentó, me voy a dormir. Que tenga buenas noches.

Ella salió de inmediato y se quedó mirándola cómo entró y cerró la puerta sin mirar atrás. Él le dio un puño al volante de ira.

Aquí tienes el texto corregido:

Luego de varios días en la empresa, Kimberly y Omar no cruzaron palabras, solo laborales. Aunque sentía todo el ambiente pesado, prefirieron tomar distancia. Kimberly estaba en su oficina haciendo el plano y abrieron la puerta de golpe, lo que la asustó.

Al ver que era la señora Katherine, sintió mucha vergüenza, ya que gracias a ella Kim estaba trabajando en la constructora y tenía la oportunidad de demostrar su talento, porque si fuera por Omar, ninguna hubiera trabajado aquí; ese hombre la odiaba.

—Señora Katherine —dijo Kimberly sin mirarla.

—Kimberly Grey, tenemos que hablar —dijo ella seria y tomó asiento.

Kim soltó el lápiz y su corazón se aceleró.

—Sí, sí, señora, la escucho.

Hubo un silencio por unos segundos y Kimberly sentía que el corazón se le iba a salir.

—Felicidades —dijo la señora Katherine—. Espero que por nada del mundo me defraudes porque te juro que te hago la vida una miseria —dijo sonriendo.

Kim se quedó mirándola asustada y luego su corazón se relajó.

—No te quedes mirándome así, niña. Mi esposo me dijo sobre el contrato para lo de la constructora y que estás haciendo el plano para el edificio.

—Sí, señora, tuve una reunión con el señor Piter y espero poder complacerlo.

—Y lo harás, yo te voy a ayudar.

—No, de verdad no quiero molestar, por favor, yo, yo no merezco su bondad —dijo Kimberly a punto de llorar. Sabía que lo que había hecho con el señor Osorio estaba mal y se debatía en decirle o no.

Katherine, al verla así, le dijo: —Te espero esta noche en mi casa. Mi esposo se va de viaje al finalizar la tarde. Sé puntual a las 7.

—Discúlpeme, pero no me parece, yo...

—Sin excusas, odio las excusas. A las 7 en punto.

Katherine salió de la oficina dejando a Kim con la palabra en la boca y pensó en qué le quería decir la señora Katherine. Y ya que el señor Osorio se va, pues es un alivio, así se aclara ella los sentimientos para no cometer ese gran error que estuvo a punto de hacer.

Cuando terminó su labor, pasó a la oficina del señor Osorio, que le ordenó revisar unos documentos para ver que todo estaba bien y poder irse tranquilo.

—Jefe —dijo ella llegando al escritorio de él—. He traído los documentos, todo está en orden.

—Gracias —dijo él en seco.

Ella salió y escuchó:

—Kimberly —ella frenó en seco y se volteó—. Sí, jefe, ¿se le ofrece algo más?

Ellos se quedaron mirando y luego él dijo:

—Nada, señorita, solo espero que haga bien su trabajo. Vuelvo en 3 días.

—Buen viaje, señor —dijo ella y salió deprisa.

Terminó su labor de trabajo y fue a casa a tomar una ducha y ponerse algo cómodo para ir a la casa de la señora Osorio.

Luego de 20 minutos, llegó en taxi.

Ella bajó y pagó al taxista y se despidió. Estaba en la gran puerta y era una mansión. Tragó grueso porque ella iba a ser sincera con la señora Katherine. Tocó la gran puerta y la sirvienta abrió y ella entró. Estaba haciendo mucho frío, pero sintió una calidez al entrar a la mansión.

—Sígame, señorita, la señora Osorio la está esperando para cenar.

—Muchas gracias.

Ella siguió a la empleada y llegaron al comedor.

—Niña, llegaste, qué bueno. Toma asiento, la cena está recién servida.

—Señora Katherine, gracias por su invitación.

—Ay, deja de decirme señora que me irrita y además te ves preciosa.

—Gracias, tú igual, siempre te ves hermosa.

Ambas mujeres tomaron asiento y un hombre de edad se acercó a la mesa y sirvió champán a cada una.

—Kim, te presento a Mauricio, él es de mi mayor confianza, es el encargado de la mansión, él hace que todo esté perfecto para cuando regresamos a casa. No sé qué haría sin él.

—Gracias, amo —dijo el señor Mauricio.

—Un gusto en conocerle, señor Mauricio —dijo Kimberly amablemente.

—Dime Mau, como me dice la amo, estoy para servirle, el gusto es mío, con permiso, que disfruten de la cena.

Ambas mujeres dijeron gracias.

—¿Te gusta? He mandado a hacer esto especialmente para ti, es camarones en salsa de champiñones con pechuga y papas a la francesa. Como eres joven, a tu edad les gustan esas cosas.

—Gracias, de verdad está delicioso, gracias por atenderme tan bien, pero en verdad yo...

—Comamos tranquila, ¿sí? ¿Qué te parece?

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