UNA MUJER PARA MI ESPOSO

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Capítulo 2 2

Kimberly salió de inmediato, rogando a Dios que hubiera hecho todo bien, y se fue así vestida para la universidad. No le dio tiempo ni de comer, pero son sacrificios donde en el futuro recogerá frutos.

—Amiga, pensé que no ibas a llegar. ¿Cómo estuvo tu día de trabajo? —pregunta Aura.

—Ay, qué te digo, bien difícil, pero ahí vamos. Hoy me pusieron mucho trabajo, quién sabe mañana cómo será, hago todo lo mejor posible.

—¿Y tu jefe de verdad está rico como tú dices?

—Jajaja, sí, tiene lo suyo, pero tiene esposa y la señora Katherine es un poco dura, pero buena persona.

—Oye, una canita al aire no cae mal. ¡Ay, mira, prepárate, hoy viene Ángel!

—¿Cuántas veces lo tengo que rechazar, amiga? ¡Ah, qué fastidio!

—Buenas tardes, señoritas, están hermosas hoy.

—Hola y chao, Ángel, ya vamos a clase.

—Di que no me quieres ver y ya, Kim.

—No, Ángel, solo que voy tarde. Chao, nos vemos luego. (Ángel es el chico popular de la universidad).

—¡Por poquito! Ay, no, ¿qué haré con él? Por más que le digo que no, insiste.

—Déjalo, amiga, no es el único que babea por ti. Vamos, entremos ya. ¡Ah, y se me olvidó decirte, Santi y yo ya somos novios!

—¿Qué?

—Sí, sí, pero te cuento luego de clases, vamos.

...Después de 5 horas

—Vaya, por fin salimos.

—Sí, pero estuvo buena la clase.

—Tú tienes razón. (Aura y Kimberly estudian juntas arquitectura).

—Ahora sí, cuéntamelo todo.

—Bien, pero buscamos algo de cenar y mientras platicamos...

Al día siguiente, Kimberly fue a la constructora.

—Buen día, señor y señora Osorio.

—Buen día, tráenos café, pero ya —dijo Katherine (¡Uy, qué mal genio! A ella quién la entiende).

Fui por los cafés y los traje.

—Aquí están, ¿se les ofrece algo más?

—Sí —dijo el señor Omar sin quitar la vista de su gran laptop—, agarra los documentos, los que están en la esquina, pero ya. Los necesito lo más pronto posible.

—Como ordene, jefe.

Me fui directo a mi oficina y empecé a trabajar, y así fue un mes entero. Ya estaba harta de eso, a veces pensaba que lo hacía a propósito, pero no le iba a dar el gusto, tal vez quería mi renuncia...

—Señora Osorio, ¿necesita algo más? Que ya terminé media hora antes de mi hora de salida.

—Qué eficiente eres, querida, toma asiento.

—Yo, un poco nerviosa, accedí. ¿Me quiere decir algo, señora?

—Primero que todo, dime Katherine y ya. Me sorprende lo joven que eres.

—Gracias...

—¿Cómo van tus estudios?

—Hum, bien. Disculpe, ¿pasa algo conmigo?

La señora Katherine rio con amargura.

—No, querida, para nada, solo que ya que llevas prácticamente un mes trabajando para nosotros, no te he preguntado por tu vida, quién eres realmente.

—Disculpe, ¿es necesario decirlo?

—Es una orden para que me entiendas.

Ok, Kimberly empezó a contarle su vida por encimita a la señorita Katherine.

—Ay, lo siento, tengo que irme, señora, digo Katherine, es que tengo clases y no quiero llegar tarde.

—Ok, que tengas un buen día.

Kimberly salió de prisa a la universidad.

—Mi amor, ¿qué haces ahí? No has comido nada.

—Solo platicaba con Kimberly, cariño.

—Ah, sí, ¿y qué hablaste con ella? —preguntó el señor Osorio.

—Sabes, ella es interesante, cariño, es perfecta.

Al día siguiente, Kimberly estaba en su oficina cuando el jefe Osorio la llamó y ella fue de inmediato.

—Jefe, aquí estoy.

—Obvio que aquí estás —dijo el amargado—. Necesito que te vayas a tu casa; mi esposa no está en condiciones de ir a la reunión y necesito que vayas conmigo.

—¿Yo?

—Sí, ¿acaso hay alguien más en esta oficina? Eres una tonta.

—¿Y qué debo hacer allá?

—Mi esposa es arquitecta, por si no lo sabías, y tú estás estudiando para eso, ¿no es así? Entonces ve a casa, ponte algo mejor y paso por ti.

—Está bien, jefe, le doy mi dirección.

—No es necesario, ahora márchate, me haces perder tiempo.

—¡Ooooook! —Kimberly salió hecha una furia—. ¡Qué jefe tan malo, eres un maldito! Me trata de lo peor y ahora tengo que acompañarlo a esa dichosa reunión de mierda.

Kimberly fue a su casa y la nana la vio de mal humor.

—Hija, ¿qué te pasó? ¿Qué haces tan temprano en casa?

—Nana, lo que pasa es que mi jefe es un hijo de p***.

—¡Kimberly Grey, qué son esas palabras, señorita!

—Lo, lo siento, nada. Tengo una reunión, me voy a alistar. Hoy, como es viernes, tengo la tarde libre, pero creo que la ocuparé con él... mi jefe, nana, mi jefe.

Kimberly se fue directo a su habitación, tomó una ducha y se puso una vestimenta bonita. Se puso un vestido rojo con escote en la espalda, resaltando su gran figura. Ella bajó y llegó a la sala.

—Te ves hermosa, mi niña, vas a impactar a tu jefe.

—Tiene esposa, nana, y hablando de él, creo que llegó.

—¿Te guardo la cena, hija?

—Yo te aviso, nana, chao.

Ella salió y sí, efectivamente, ahí estaba él, apoyado en su auto, demasiado guapo. Él se quedó mirándome de pies a cabeza y me puso incómoda. Me subí a su Ferrari en total silencio, pero su maldita mirada me estaba llevando al borde de la locura. Además, es casado y no, no puedo sentir esto. Él lo encendió y pude sentir la vibración del auto y apreté mis piernas.

—¿Le pasa algo, Kimberly?

—No, mi jefe —le digo un poco agitada.

Él condujo hacia la tal reunión y me dice:

—Hemos llegado.

Yo asiento y me bajo, pero siento que me está mirando, hasta las piernas me tiemblan, carajo.

—¿Se siente bien? —Él se acercó a mí y quedé helada, ¿por qué mierdas deseo tanto que me bese y me toque?

—¿Kimberly se siente bien? —volvió a preguntar él.

—Sí, sí, jefe.

Él se acercó más, quedando tan cerquita que sentí su agitada respiración y me dijo:

—Eres tan solo una chiquilla para mí, entre tú y yo nunca va a pasar nada, ¿lo entiendes?

Yo me quedo sorprendida, ¿cómo supo que yo estaba sintiendo algo? ¿Acaso es evidente?

—Se confunde, señor Omar.

—¿Entonces estoy alucinando que desde que entraste a mi auto estás excitada?

—¿Qué? Eso no es verdad, usted tiene una mente muy pervertida, su esposa, ella...

Me besó, el muy imbécil me besó y no me resistí. ¿Qué tiene este hombre que me vuelve loca? O sea, desde que lo conozco soy un cero a la izquierda y ahora me besa. Lo aparto de mí y le doy una bofetada y muerdo mi labio de desesperación. Él se acerca y vuelve a besarme.

Ya que estamos en el estacionamiento, él abre la puerta de atrás del auto y yo, toda tan caliente que estoy, me dejo llevar. Me acuesto en la parte de atrás y él se sube encima mío y cierra la puerta, nadie puede ver nada.

—Sr. —jadeó Kimberly.

Omar, que estaba cegado por la tentación, siguió dejándose llevar por ese deseo.

—Chiquilla —dijo él en un susurro mientras la besaba.

—Sr., pa, pare, por favor.

Omar no escuchó y metió su mano bajo el vestido para tocar la parte íntima de ella.

—Ahhhhhh —susurró Kimberly.

—Tal y como te imaginé.

Él sacó su gran miembro del pantalón y lo acercó a ella. Kim, al ver que era tan grande, se asustó y reaccionó.

—No, no, quítese.

—¿Qué, no te gusta acaso?

—Sí, pero, pero estamos haciendo mal, usted es casado, yo, yo soy una niña al lado suyo, quítese, por favor.

—Eres una chiquilla, olvida lo que pasó, arréglate y te espero en la reunión.

Kimberly se quedó helada viendo cómo él se acomodó su ropa y salió sin mirar atrás.

—¿Pero qué pasó acá? ¿Cómo pude hacerlo? ¿Con qué cara voy a mirar a la señora Katherine? ¿Por qué un señor me gusta? ¿Por qué diablos...?

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