Capítulo 1 1
Hoy me encuentro esperando para ser entrevistada. Elegí esta empresa porque es la mejor constructora de Los Ángeles. Quiero ser una arquitecta profesional y exitosa. Mis padres murieron hace cuatro años y me dejaron una buena herencia, soy hija única. Crecí al lado de mi nana—quien nunca me dejó sola y ha sido mi gran compañía.
Me llamo Kimberly Grey, tengo 20 años. Desde que pasó lo de mis padres he estudiado mucho para superarme en la vida. Mis padres me apoyaron en todo y quiero que desde el cielo se sientan orgullosos de mí.
El único familiar que me queda es una tía llamada Fiona, y el nombre le queda bien. Es una interesada, siempre me despreció y me hacía mala cara, pero cuando la muy maldita supo que mis padres me dejaron la herencia, se volvió una lambona. Pero da igual, no quiero problemas, solo me concentro en mis estudios.
Y ya que estoy en la universidad, necesito un trabajo de medio tiempo. Soy audaz, muy astuta, lo que no sé lo aprendo rápido y sé que si me aceptan aquí aprenderé mucho más.
Novio no he tenido nunca, pretendientes sí, claro, pero no me interesan. Son chicos de mi edad, muy guapos, hasta el más popular de la universidad, pero no me interesa en absoluto.
Mi mejor amiga, Aura, dice que no aparento mi edad, dice que tengo cara de niña inocente, pero un cuerpo de infarto, jajaja. Y sí, la entiendo, por eso todos los chicos quieren conmigo. Nada más ella y yo sabemos que soy virgen, nunca he estado con ningún hombre, no ha llegado el primero que me haga sentir—cosquillitas abajo—como dice mi amiga Aura.
Soy de estatura 1.60, cabello chocolate, piel bronceada, labios carnosos, color de ojos cafés intensos. Tengo buen cuerpo, pareciera que fuera operada, pero no, fui beneficiada por el cielo y heredé de mi hermosa madre. Aunque hago ejercicios y trato, tratooo de cuidar mi alimentación.
Kimberly Grey fue llamada para pasar a la entrevista.
Llegó a la puerta de la oficina y escuchó una discusión. No sabía si tocar o mejor irse.
Tomó aire y tocó la puerta.
—Siga—escuchó la voz de una mujer. Con un poco de nervios, abrió la puerta y miró hacia el escritorio donde había un hombre de unos 35 años, creo, pero estaba demasiado bueno. Nunca nadie había llamado mi atención; él estaba allí, tan apuesto, sentado en su gran silla.
—Sigue o te vas a quedar ahí parada—escuchó la voz de la mujer y la volteó a mirar a ella. Con pena, ¿era su mujer tal vez y ella imprudente viendo a su hombre?
Siguió y tomó asiento... la mujer la quedó viendo de pies a cabeza.
—Señorita, mi nombre es Omar Osorio y ella es Katherine de Osorio, mi esposa. Estamos leyendo su currículum, pero usted apenas va a trabajar en su vida.
—¿Cuál es tu nombre?—preguntó Katherine.
—Soy Kimberly Grey, señora Osorio—le dijo seria—. Sé que desconfían de mí, soy muy joven, pero con ganas de comerme el mundo. Estoy estudiando.
—Sí, aquí dice que la Universidad de Los Ángeles. Tienes buenas calificaciones, eso es algo bueno—dijo ella muy seria, que hasta daba miedo.
—Bien, señorita Grey, ¿por qué quiere trabajar para esta empresa?
—Bueno, yo estoy estudiando arquitectura, me apasiona lo que hago y sé que si me dan la oportunidad de trabajar en su constructora aprenderé mucho y les haré un trabajo impecable.
El hombre la miró y la puso algo inquieta, pero su esposa estaba al tanto de cada movimiento que hacía y solo la miró a ella.
—Bien, señorita, gracias por venir—dijo el señor Osorio—, puede retirarse, la estaremos llamando.
—¡Mierda! Eso quiere decir que no. ¡Claro, qué tonta soy! No tengo experiencia, pero ¿por ser tan joven no se puede? La edad no importa, pero bueno, al diablo, métanse su constructora por el culo—dijo en sus pensamientos.
—Muchas gracias...—dijo levantándose de su asiento y caminó hacia la puerta. Iba a abrirla cuando escuchó:
—Espera...—le dijo la señora Osorio.
Ella se quedó quieta.
Y escuchó que murmuraban a sus espaldas. Volteó y dijo: —¿Sí, señora?
—Estás contratada—dijo la mujer. Ella se quedó sorprendida, mientras el hombre tenía cara de pocos amigos.
—¿En serio?—dijo sonriendo.
—¿Acaso no escuchaste a mi esposa?—dijo el amargado—. Ven mañana a primera hora y espero que seas eficiente, porque a la primera te echo. No me gustan los errores. Ahora sal de mi oficina.
—¡Uy! Estoy que le meto una cachetada a ese hombre tan grosero. No sé cómo su esposa lo soporta, ella tan bonita que es—pensó.
—Ve, linda, mañana te esperamos—dijo la señora Osorio.
—Muchas gracias por la oportunidad, con permiso.
Me desperté temprano para ir a trabajar. Trabajaré desde las 7 a.m. hasta la 1 p.m. y a las 2 p.m. a estudiar en la universidad. Es un poco difícil, lo sé, pero quiero ser la mejor arquitecta y lo voy a lograr, cueste lo que me cueste. La nana me hizo un buen desayuno que comí con gran gusto. Subí a mi habitación, tomé una ducha y me vestí lo mejor posible para estar bien presentada. Al llegar a la constructora, caminé con seguridad y toqué la puerta del jefe para saber qué debía hacer hoy.
Toqué la puerta y él dijo: —Siga—.
—Buen día, jefe Osorio.
—Buen día —respondió él, seco.
—Jefe, quiero saber por dónde tengo que empezar.
En eso llega la señora Katherine, a quien ni sentí, y tiró unos documentos diciendo: —Empieza por esto, querida. Estamos atrasados. Necesito que revises estos planos para saber la cantidad exacta del material y para mañana es tarde—.
Yo me quedé mirando la gran fila de documentos y solo esperé poder terminarlos hoy. —Dios —pensé.
—Ah, y casi se me olvida, querida, vamos, te muestro tu oficina para que estés cómoda.
Yo asentí y salí detrás de ella con los documentos.
—¿Qué te parece?
—Bueno, es sólida. ¿Le importa si la arreglo a mi manera, jefa?
Katherine arqueó una ceja y dijo: —Como quieras, con tal de que sea tu oficina.
—Muchas gracias, jefa, me pondré a trabajar ya.
Ella salió y yo me puse en marcha. A esta oficina le falta vida, es muy simple, aunque la vista es espectacular. Pero bueno, —a trabajar—, me dije.
Soy Katherine de Osorio, llevo casada con mi esposo 10 años. Es un gran hombre, soy afortunada de tenerlo. Ambos construimos esta empresa y somos famosos por la buena calidad del material. No tenemos hijos, soy estéril. Mi esposo y yo queremos adoptar para, ya saben, tener a alguien que esté contigo en la vejez y hacer crecer nuestra familia. Tengo 30 años y él 35. Él es serio, frío, dominante con los demás, pero conmigo es todo lo contrario.
—Mi cielo, no seas tan duro con la chica. Hoy veremos si es buena o no.
—Es una chiquilla y me molesta.
—¿No será más bien que te gustó?
—¡Qué barbaridades dices, cariño!
—Sabes, te amo, eres un gran hombre.
—Y yo a ti, hermosa. Vamos a cenar esta noche, ¿qué dices?
—Perfecto.
...Hasta las ganas de orinar y de tomar agua me he aguantado para no perder ni un minuto. Ya me faltaba poco y van a ser la 1 p.m. Necesito entregarlo a tiempo, ¡maldición! Lo hago lo más rápido y perfecto posible.
...Omar Osorio. Me encuentro en mi oficina, miro mi reloj y ya van a ser la 1 p.m. Solo espero que esta chiquilla no cumpla y que cometa un error para echarla. No sé, pero me molesta su presencia. Pensé que iba a cantar victoria, pero ella toca la puerta y pasa un poco afanada.
—Jefe Osorio, he terminado y puntual.
Yo la miro de pies a cabeza y luego la miro con frialdad.
—Déjalos ahí, ya te puedes retirar.
—Gracias, jefe.
La veo marcharse y al rato entra mi esposa.
—¿En qué piensas, mi cielo?
—Mira nada más, ella lo entregó y puntual.
—¿Y eso te molesta? Jajaja, cariño, deja tus tonterías. Mira, he encontrado una buena mujer para ti.
—Claro, como empleada. Ven, ayúdame a revisar para ver si no cometió errores.
