Lo Que Pasa en Las Vegas

Download <Lo Que Pasa en Las Vegas> for free!

DOWNLOAD

COSAS NUEVAS

[MATEO]

Por algún motivo, Julieta me recordó a la historia de mi hermana. No entiendo cómo pudo estar con un tipo que no la trataba como merecía, pero tampoco puedo juzgarla… El amor muchas veces es ciego, sordo y hasta mudo. Lo malo es que cuando se cae, duele. Y duele demasiado.

Cada hora que paso con ella, la descubro un poco más, y me doy cuenta de que la mujer fuerte y segura que aparenta ser es solo una fachada. Una capa que esconde todo ese dolor. Pero si algo he aprendido en esta vida, es a ver más allá de lo que la gente deja mostrar.

Le prometí que nos divertiríamos, y eso es exactamente lo que vamos a hacer.

Me coloco el traje de baño, una camiseta blanca, chanclas, y guardo la billetera y el celular en los bolsillos del short, esperando que ella pueda llevarlos en su bolso después. Una vez listo, salgo de la habitación y espero por ella en la sala de la suite.

A pesar de lo mal que la pasó hace unas horas, no tarda mucho en llegar. Cuando golpea la puerta, abro de inmediato, y al verla, me quedo sin palabras por unos segundos. La elegancia vuelve a ganar en su persona: lleva un vestido de playa sensual pero discreto, que revela lo justo de su bikini dorado. Ese color, pienso por dentro, le sienta increíble.

—Estoy lista, ¿vamos? —pregunta, y asiento.

—Vamos —respondo, cerrando la puerta tras nosotros.

—Jamás creí que te gustaría ir a un beach club —comenta, sonriendo con intriga.

—¿Crees que soy muy viejo, o qué? —bromeo, y reímos juntos.

—En absoluto… eres un hombre joven. Solo que aparentas ser demasiado serio como para disfrutar de un beach clublleno de gente y un DJ poniendo la música a tope —se explica.

Tiene razón: esa es la imagen que doy. Pero también soy un hombre que puede divertirse… que ha aprendido a disfrutar de nuevo.

—Soy serio para los negocios. Y pasé mucho tiempo encerrado en mi burbuja tras la muerte de mi esposa… y otros problemas. Pero un día me di cuenta de que no podía dejarme morir vivo. Fue entonces cuando decidí empezar a disfrutar otra vez —digo, sin entrar en detalles.

—Sabes… pienso que soy una tonta —comenta, algo avergonzada—. Tú perdiste a la mujer que amabas… y a tu bebé. Y aun así sigues con tu vida. En cambio, yo… ¡mira la tormenta que armé por lo de mi ex!

Subimos al ascensor. Presiono el botón para ir al nivel del casino y me acerco un poco más a ella.

—Los motivos por los que sufrimos no son los mismos para todos… ni tampoco lo son los dolores, ni la forma de sobrellevarlos —explico, mientras su mirada marrón se clava en mí—. Yo puedo hablar con calma de la muerte de mi esposa ahora, pero no fue siempre así. Fueron años de terapia, tiempo para redescubrirme… relaciones fallidas, dramas que prefiero no recordarte, porque no quiero deprimirte —confieso, riéndome un poco de mí mismo.

—¿Y cómo supiste que estabas listo para volver a intentarlo? —pregunta con sinceridad.

—¿Me dirás que, en este año, no dejaste entrar a nadie en tu vida? —cuestiono, un tanto sorprendido.

Ella niega.

—Les tomé fobia a los hombres —bromea, y su risa se me pega.

—Es comprensible. Pero si te encierras en esa “fobia”, nunca vas a saber si ya estás lista para volver a intentarlo —respondo.

—Vaya… pareces psicólogo y todo —dice entre risas.

—De algo tuvo que servir tanta terapia y la fortuna que le pago a mi psicólogo —bromeo.

—Claro… —responde, y se queda en silencio unos segundos.

—La cuestión es que lo intenté. Me arriesgué. Y aunque no fue con las personas adecuadas, supe que estaba listo para volver a abrirme —agrego mientras el ascensor llega a destino.

—Creo que voy a seguir tu consejo… como dijiste, tantas horas de terapia debieron servir de algo —dice, y la miro.

—Me alegra saber eso —respondo mientras salimos hacia el área del valet, donde nos espera el auto para ir al hotel Encore.

—Tengo la sospecha de que te lloverán ofertas para intentarlo —añado al ver cómo varios hombres la miran al pasar.

—¿Ellos? —pregunta mirando alrededor. Luego ríe—. No, gracias. Son tipos que vienen a Las Vegas buscando una noche de sexo y diversión. Paso.

—De esos hay muchos por aquí, ¿no?

—Demasiados —responde, ya al lado del auto.

—Hola, Sam. Vamos al Encore —le indica al chofer.

—Perfecto —dice, y el auto se pone en marcha.

[…]

El trayecto es corto, y por alguna razón ninguno de los dos dice nada. Tal vez ella está pensando en mis palabras. O quizás yo en las suyas. Lo único que sé es que sigue acaparando miradas en cuanto nos acercamos al Encore Beach Club, y por algún motivo eso me hace gracia… aunque también me incomoda un poco. Me desagrada ver cómo la miran. Es contradictorio, lo sé.

A estas alturas, no debería sorprenderme que tenga los contactos necesarios para evitarnos la fila. Pero sigue haciéndolo, como si conociera a todos los que trabajan en esta ciudad.

—Por aquí —me indica, tomándome del brazo para que no me desvíe.

La música se escucha cada vez más fuerte a medida que nos acercamos a la piscina. Tal como predijo, el club está a reventar. Hay de todo: parejas divirtiéndose, grupos de amigos, desconocidos seduciéndose, chicas cazando hombres, hombres buscando conquistar a alguna para llevarla a su habitación.

—¿Quieres que te deje solo? —pregunta mientras deja su bolso en una de las reposeras.

—¿¡Qué!? ¿Por qué harías eso? —le pregunto, confundido.

—¿Ves a esas chicas de allí? —me señala a un grupo en la piscina con tragos en la mano—. Todas, pero todas, se mueren por ti. Solo tienes que acercarte y listo.

Por instinto, levanto su barbilla con mis dedos, haciendo que me mire.

—Vine contigo —digo con firmeza.

—Pero no te preocupes, yo me voy con mis conocidos de trabajo… —responde, algo sorprendida.

—Julieta, vine contigo, y voy a pasarla bien contigo. A eso vinimos. Además, no necesito a ninguna de esas mujeres que solo quieren una noche de sexo y una billetera con dinero —termino de decir. Sonríe.

—¿Eres de este planeta? —pregunta, sin apartar su mirada.

—Mi documento dice que nací en Nueva York, así que creo que sí —bromeo.

—Quizás eres un extraterrestre en el cuerpo de un humano…

—Es una posibilidad. Pero hasta ahora no hay pruebas. ¿Quieres un limoncello o champán?

—Un mojito de mango —responde, y suelto una carcajada.

—Mujer con paladar variado para el alcohol… interesante. Ya regreso —le digo, y me alejo con una sonrisa estúpida tatuada en el rostro, todo por culpa de ella.

No, Mateo… no vayas por ahí… trato de convencerme. Viniste aquí escapando de los problemas amorosos, no para meterte en uno nuevo…

Pero, sinceramente, no sé si funcione.

Julieta no se parece en nada a ninguna mujer que haya conocido.

Y creo que eso es, precisamente, lo que más me atrae de ella.

¿Atrae? ¿Dije “atrae”…?

Previous Chapter
Next Chapter