CapĂtulo 1
Alina
âÂżQuĂ© has estado comiendo, Alina? PensĂ© que este vestido estaba hecho a tu medida, pero es difĂcil ponĂ©rtelo. Tu trasero es demasiado grande, y eso no es un cumplido.
Una de las lobas aprieta los cordones del corsé, usando mucha mås fuerza de la necesaria y expulsando casi todo el aire de mis pulmones. La otra loba suelta una risita satisfecha, y yo no puedo hacer nada para defenderme.
Una mezcla de ira y tristeza crece dentro de mĂ. Siento ganas de golpearlas, pero sĂ© que no debo dejar que estos sentimientos dominen mi conciencia. Estas dos estĂĄn aquĂ para ayudarme a prepararme para mi Ceremonia de UniĂłn. EstĂĄ claro que no les gusta la tarea, evidente por sus narices arrugadas y los gruñidos bajos dirigidos hacia mĂ.
Son verdaderas licĂĄntropas y creen que alguien como yo no merece la bendiciĂłn de un buen matrimonio. Menos aĂșn porque el mĂo estĂĄ ocurriendo antes que el de ellas, quienes tienen la edad apropiada para recibir sus Ceremonias de UniĂłn tambiĂ©n.
Bajo la voluntad de la Diosa Luna, cada licåntropo alcanza la adultez a los veinte años, que es cuando su Ceremonia de Unión debe ejecutarse en su cumpleaños. Sin embargo, yo estoy recibiendo mi ceremonia a los veintitrés...
Y hoy ni siquiera es mi cumpleaños.
Los verdaderos licĂĄntropos pueden transformarse cuando lo desean, sin dolor durante el proceso... Pero yo... en realidad soy el fruto de una uniĂłn prohibida, y hasta mis padres fueron asesinados por ello. Tengo suerte de estar viva.
Soy solo una loba maldita que solo puede transformarse en un gran lobo, y esto solo puede suceder bajo condiciones especĂficas: durante la luna llena o cuando pierdo el control de mis emociones.
No hay elección en el asunto. Cuando se desencadena la transformación, se siente como si una bestia interior tomara el control, obligåndome a soportar una metamorfosis agonizante. Mi piel parece desgarrarse desde dentro, y mis huesos se rompen, realineåndose y extendiéndose para formar nuevas articulaciones. El dolor es abrumador, y finalmente me arrastra a la inconsciencia, dejåndome en un estado en el que ya no puedo distinguir entre amigo y enemigo.
Dado que no tengo amigos, deberĂa estar tranquila respecto a esa Ășltima parte. Pero estar sola debido a mi monstruo interior es tan doloroso como ser forzada a cambiar.
âSiento tanta pena por tu compañero. TendrĂĄ que tocar esa piel fea cuando te quite el vestido. Quiero decir... si quiere quitĂĄrtelo.
Me digo a mĂ misma que debo mantener la calma.
Estar callada siempre ha sido la mejor opciĂłn al final porque las consecuencias podrĂan ser tan malas como si la luna llena decidiera aparecer en el cielo ahora mismo, antes del anochecer. Siempre, solo hay dos posibilidades: o me llevo mĂĄs cicatrices, o alguien pierde la cabeza.
Y no quiero añadir otra muerte accidental a mi historial.
âŠ
SegĂșn la costumbre, las que me vistieron deberĂan estar a mi lado ahora, sosteniendo el dobladillo de mi vestido mientras los licĂĄntropos del reino se dispersan por las aceras con sus familias, para ver mi caminar y luego acompañarme a la Catedral, formando una gran procesiĂłn.
Sin embargo, estoy completamente sola.
Mientras avanzo por la calle principal del reino con pasos firmes, trato de ignorar las miradas sospechosas que recibo de los pocos licĂĄntropos que se atreven a observarme desde las ventanas de sus casas y establecimientos, cerrando las puertas de golpe a mi paso.
Siento un agujero en el pecho, un dolor profundo por ser rechazada por algo que no puedo controlar.
«Sigue adelante, Alina», me digo a mà misma.
Cuando veo los intimidantes pinĂĄculos de la Catedral alzĂĄndose ante mĂ, recuerdo el miedo que sentĂ cuando Undyne, la propia OrĂĄculo de la Luna, vino a decirme que la diosa habĂa elegido a mi compañero. Y este no es un miedo que siento por mĂ misma, sino por el hombre elegido para casarse conmigo, un hombre al que ni siquiera he tenido la oportunidad de conocer.
Después de subir un tramo de escaleras, me encuentro cara a cara con las puertas de la Catedral abiertas como una boca abierta lista para tragarme entera. Me detengo en la entrada y veo a Undyne dentro, a los pies de la estatua de la diosa.
La Oråculo de la Madre Lunar se mantiene alta y delgada, su cabello castaño elegantemente recogido en un moño. Sus ojos azul cian brillan, irradiando una presencia tan divina que parece como si una diosa hubiera sido tejida en carne.
Mirando alrededor, me doy cuenta de que el Rey LicĂĄntropo Ulric y su familia no han venido, como se suponĂa que debĂan hacerlo. Ni Ă©l ni nadie mĂĄs ha llegado, ni siquiera mi compañero. Solo estamos yo, Undyne y la estatua de la Madre Lunar.
Sin nada que perder, entro en la Catedral y contengo la respiraciĂłn.
Los coloridos vitrales de la Catedral representan el trĂĄgico romance entre la Diosa Luna y Ralous, su amante humano. Sin embargo, ahora encuentro mis pensamientos irresistiblemente atraĂdos hacia ello.
Camino a través de docenas de bancos que miran hacia el altar en la parte trasera del salón, donde la estatua de Muris extiende la mano hacia los que estån a sus pies. Undyne hace lo mismo con su mano derecha, moviendo los dedos para invitarme a seguir caminando.
Cuando llego al altar, Undyne me mira con una expresiĂłn gentil y a la vez altiva, tĂpica de las lobas nacidas para servir directamente a la Diosa.
âLa Madre Lunar pide tus votos, Alina Kalaz.
Hace un dĂa, me informaron sobre dos jĂłvenes lobas que me ayudarĂan con el vestido y cĂłmo expresar mis votos impecablemente a la Diosa Luna. La perfecciĂłn es crucial; no puede faltar ni una sola palabra.
Levanto el dobladillo del vestido y me arrodillo ante la Diosa. Con los ojos cerrados y la frente apoyada en el suelo, comienzo a recitar mis votos.
âMadre Lunar, pido tu bendiciĂłn en esta uniĂłn sagrada. Yo, Alina Kalaz, recibirĂ© a mi compañero de por vida, y juntos caminaremos en este viaje.
Mi voz resuena en el salĂłn.
Escucho un suspiro de satisfacciĂłn proveniente de Undyne.
âLa diosa se regocija.
Me pregunto cĂłmo la diosa podrĂa encontrar alegrĂa despuĂ©s de escuchar palabras tan vacĂas como las mĂas, pero prefiero quedarme callada.
Los pies descalzos de Undyne pasan justo a mi lado. Ella deja de caminar, pero no me atrevo a levantar la cabeza hasta que ella diga que puedo hacerlo.
Me quedo asĂ durante varios minutos, esperando algo que no estoy segura de si realmente sucederĂĄ. DeberĂa estar rezando a la diosa y pidiendo un buen matrimonio, pero mi mente estĂĄ tan vacĂa como la Catedral.
Inesperadamente, Undyne dice:
âĂl estĂĄ aquĂ.
Su mano toca suavemente mi espalda.
âEl elegido de la Madre Lunar, tu futuro esposo.
Mi corazĂłn comienza a latir rĂĄpido. Un poco mĂĄs y el Ăłrgano palpitante saltarĂĄ de mi boca.
Ăl realmente vino.
Parte de mĂ creĂa que en el Ășltimo momento, Undyne dirĂa que incluso el que se supone que debe casarse conmigo no vendrĂa. Y honestamente, querĂa eso, siempre y cuando no sufriera ninguna mala consecuencia. Pero mi compañero estĂĄ aquĂ, y ahora veo una dĂ©bil llama de esperanza.
Quiero verlo, pero al mismo tiempo, no quiero arruinarlo todo pareciendo tan nerviosa.
Si la propia Diosa Luna lo eligiĂł para mĂ... Âżsignifica eso que puede amarme?
SĂ© realista, Alina. Ăl sabe que eres una aberraciĂłn incontrolada y los riesgos que tuvo que asumir al ser elegido para casarse contigo.
Es mĂĄs que obvio que ya me odia, que definitivamente no quiere estar aquĂ.
âLevĂĄntate, Alina. Ve a conocer a tu prometido.
Undyne toca mi espalda de nuevo, y obedezco directamente.
Cuando levanto la cara y giro sobre mis talones, veo a mi compañero... solo, por supuesto. NingĂșn padre o madre querrĂa ver cĂłmo su hijo es obligado a casarse con un monstruo.
Pero Ă©l estĂĄ caminando rĂĄpidamente hacia nosotras, hacia mĂ. Lleva ropa blanca y roja, a juego con mi vestido. Deduzco que estos son los colores tradicionales de las uniones de Agares.
Intento decir algo, pero nada sale de mi boca. Mi voz parece estar muerta en el fondo de mi garganta.
Cuando llega al altar, Undyne le sonrĂe.
âQuerida, Ă©l es Jared Duken. Su familia es humilde pero honesta. Viven de la agricultura y la ganaderĂa. Sus padres les han regalado una casa en el campo.
âEso... es perfecto âes todo lo que puedo decir.
Luego, para mi sorpresa, Ă©l toma mi mano derecha y comienza a recitar sus votos sin que Undyne tenga que pedĂrselo.
âYo, Jared Duken, prometo honrar y respetar a mi compañera. âSonrĂeâ. Y juntos, oh Madre Lunar, construiremos un futuro de amor y armonĂa.
Me quedo sin aliento. Hay algo extraño en él, especialmente en su olor... Apesta mucho, pero Undyne no parece notarlo.
No sĂ© cĂłmo reaccionar, o si deberĂa reaccionar. Todo estĂĄ sucediendo demasiado rĂĄpido, pero en mi situaciĂłn, no puedo quejarme de nada.
âVeo que estĂĄs sin palabras âdice Jared mientras aprieta mis dedos con sus manos ĂĄsperasâ. Me emocionĂ© mucho cuando supe que la Madre Lunar me habĂa elegido para ser tu compañero, Alina.
âÂżEmocionado? âpregunto confundida.
âSĂ, es verdad... âUndyne sostiene nuestras manos unidasâ. Deseo, desde el fondo de mi corazĂłn, que esta uniĂłn sea bendecida. Y no dejes que esta ceremonia solitaria te desanime, Alina. AquĂ estĂĄ la Ășnica persona que deberĂa importarte a partir de ahora.
Miro a Jared de nuevo, preguntĂĄndome cĂłmo alguien podrĂa estar feliz de tener la obligaciĂłn de casarse conmigo. Pero la OrĂĄculo no mentirĂa a los pies de la Diosa Luna. Si ella dice que Jared estĂĄ feliz, entonces es verdad, y la Madre Lunar ha encontrado a alguien que puede amarme.
Trato de aferrarme a eso.
âSi ambos estĂĄn de acuerdo, entonces los uno con lazos irrompibles âdice Undyneâ. Y lo que la Madre Lunar ha unido, solo ella puede separar.
âAsĂ sea âdice Jared.
Ăl y Undyne me miran, esperando mi respuesta.
Finalmente, logro sonreĂr una sonrisa genuina, la primera en años.
El mal olor de Jared parece haber desaparecido.
âAsĂ sea ârepito.
Undyne, aĂșn sosteniendo nuestras manos, dice algunas palabras mĂĄs para ambos, luego reza a la Diosa Luna. Y finalmente, nos lleva a la salida de la Catedral, hacia un carruaje de aspecto humilde tirado por dos caballos, esperĂĄndonos afuera. Probablemente este es el que trajo a Jared a Agares.
Jared me ayuda a subir primero y luego se acomoda a mi lado.
Cuando cierra la puerta del carruaje y miro su rostro, me doy cuenta de que ha dejado de sonreĂr.
Jared se estira un poco y corre las cortinas de tela de las ventanas del vehĂculo, haciendo que los Ășltimos rayos de luz del dĂa de mi Ceremonia de UniĂłn brillen sobre algo en su cintura.
Es una cosa plateada.
Siento un escalofrĂo recorrer mi columna vertebral.
DĂĄndome una mirada extrañamente frĂa, Jared dice:
âVamos a casa, querida.
