w.j.ralde

Mi vagina vibra, empapada, y lo único que tengo para saciarme por completo es pensar en él, en sus manos tocando mi punto G, lamiéndome con gusto. Estoy jadeando de placer.
Cuando el timbre suena. Me detengo abruptamente.
¿Será… él?

Entre el deseo y la traición, Silvia, Javier y Álvaro se encuentran atrapados en un triángulo amoroso donde el amor, la pasión y los secretos amenazan con desmoronar su mundo.
Hay miradas que incendian, caricias que confunden y noches en las que el cuerpo olvida a quién pertenece.
Silvia deberá elegir entre el hombre que le rompió el alma… el que podría romperle todo lo demás.

Cat, una escritora de treinta años que siempre se creyó tímida, reservada y demasiado racional para dejarse arrastrar por pasiones intensas, se ve atrapada en un juego que nunca planeó jugar, un juego donde el deseo, la manipulación y el poder se entrelazan hasta borrar las fronteras entre lo permitido y lo prohibido. Su vida cambia cuando conoce a los hermanos Blackwell, John y Damon, dos hombres tan distintos como complementarios, tan peligrosos como irresistibles, unidos por un vínculo familiar marcado por secretos y rivalidades, y separados por la forma en que cada uno decide seducirla, poseerla y, sobre todo, retenerla.
John, con su calma calculada, su elegancia casi fría y su capacidad para convertir cada gesto en una demostración de control, parece ofrecerle la estabilidad y la protección de alguien que lo piensa todo antes de actuar; Damon, en cambio, es fuego puro, provocación, exceso y riesgo, un torbellino que no se detiene ante nada y que convierte cada momento con Cat en un salto al vacío cargado de adrenalina.
Entre ellos, Cat no solo se siente deseada como nunca antes, sino también observada, medida y, en ocasiones, usada como si fuera un trofeo en disputa, y aunque sabe que debería escapar de esa dinámica, su cuerpo y su mente se niegan a renunciar, porque en esa tensión prohibida descubre una versión de sí misma que jamás había imaginado: más sensual, más peligrosa, más dispuesta a manipularlos a su vez, jugando con sus celos, con sus verdades a medias y con sus secretos escondidos.
Porque en la historia de los Hermanos Blackwell no hay espacio para la inocencia, solo para el peligro de amar demasiado, para el vértigo de no distinguir entre placer y manipulación, y para la certeza de que, una vez dentro, nadie sale ileso.